La fanfarronada del dictador de Corea del Norte de amenazar con armamento nuclear a la isla de Guam, pequeño territorio del Estados Unidos en medio del Pacífico, no solo ha provocado la escalada de amenazas de represalia. También ha permitido comprobar que la mayoría de ciudadanos de Estados Unidos no tienen ni idea de dónde se encuentra esa posesión insular. Algunos la sitúan justo por encima de Canadá. Eso no debería alimentar más de la cuenta la habitual burla sobre las limitaciones en geografía general de los habitantes de la primera superpotencia. Aquí nos pasa exactamente igual con los vecinos que
pretendemos ignorar olímpicamente, pese a las vinculaciones existentes.
Desde hace nueve meses se mantiene una movilización cívica en la comarca marroquí del Rif y su ciudad mediterránea Alhucemas, en lucha contra la pobreza endémica y la discriminación en comparación con otras regiones de aquel país. Las mujeres y los jóvenes rifeños participan activamente.
Dicen que prefieren luchar por lo que es justo que embarcar en la patera. La larga resistencia de los manifestantes movilizados roza el heroísmo frente a la capacidad represiva del régimen marroquí.
Sin embargo la comarca del Rif y la ciudad de Alhucemas nos suenan aquí tan lejos y tan borrosas como la isla de Guam para los norteamericanos, como si no tuvieran ninguna incidencia directa en la historia de nuestro país. En 1929 el líder local Abd el-Krim declaró la independencia del Rif frente de la potencia colonial española. En aquella guerra el joven general Francisco Franco se educó en barbarie.
Costó miles de muertes inútiles y nutrió la mentalidad de los llamados militares españoles africanistas. Contra la batalla de Tetuán de la misma guerra colonial ya se alzaron veinte años antes en Barcelona las clases trabajadoras que no querían “ir a matar moros”, durante la Semana Trágica de 1909.
El Rif sigue luchando hoy por lo mismo. Debería sonarnos un poco más familiar, más próximo, más relacionado con nosotros.
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