Una de las primeras decisiones del primer alcalde democrático de Sant Feliu de Llobregat, el comunista Francesc Baltasar, fue pedir visita a la marquesa consorte de Castellbell y baronesa de Maldá, madre del escritor José Luis de Vilallonga. Deseaba plantearle que permitiera algún domingo de cada mes el acceso público a los jardines del Palau Falguera (en la foto), que la dama habitaba en pleno centro de este municipio del cinturón obrero barcelonés del Baix Llobregat. Carmen Cabeza de Vaca y Carvajal se casó en el 1919 con Salvador de Vilallonga y de Cárcer, heredero de los títulos nobiliarios de la familia. Era una elegante noble madrileña criada en Londres, hija de Vicente Cabeza de Vaca y Fernández de Córdoba, antiguo alcalde Madrid
y ministro de Instrucción Pública de la monarquía. El matrimonio se radicó en Barcelona y tuvo tres hijos: el escritor José Luis (futuro marqués de Castellbell), Alfonso (futuro barón de Maldá y de Segur) y María Antonia (futura marquesa de Castellmeiá).
y ministro de Instrucción Pública de la monarquía. El matrimonio se radicó en Barcelona y tuvo tres hijos: el escritor José Luis (futuro marqués de Castellbell), Alfonso (futuro barón de Maldá y de Segur) y María Antonia (futura marquesa de Castellmeiá).
El gesto del primer alcalde democrático y el hecho de que la marquesa fuese la madre de José Luis de Vilallonga no habrían adquirido más trascendencia, si no fuese porque el escritor dejó en el libro La rosa, la corona y el marqués rojo. Memorias no autorizadas una descripción memorable, de un mordiente literario marcado por la franqueza, la desenvoltura y el gusto por el escándalo que siempre le caracterizaron. Durante una cena familiar en el Palau Falguera, el hijo inquirió, según su relato:
-- “¿Que en España hay pocos comunistas? ¿Quién te lo ha dicho, mamá?
-- Un comunista amigo mío.
-- Pero ¿quién, mamá?
-- Paco Baltasar, el alcalde de Sant Feliu de Llobregat. Nuestro alcalde. Una excelente persona y un funcionario muy eficaz.
Esta vez mi hermano Alfonso pareció irritarse de veras.
-- Pero, mamá, ¡cómo te puedes dejar engañar por ese don nadie! No te das cuenta que…
La madre lo interrumpió diciendo:
-- Paco Baltasar pone nervioso a tu hermano Alfonso porque el sueño secreto del alcalde es que a mi muerte el Palau Falguera se convierta en el Ayuntamiento de Sant Feliu de Llobregat, un sueño que a mi no me parece nada descabellado, porque no creo que ninguno de vosotros quiera el día de mañana seguir viviendo en esta casa tan incómoda, húmeda y fría en invierno y tan calurosa en verano, rodeada además de rojos, como dice María Antonia, que se levantan a las cinco del mañana para ir a trabajar y que un día dejarán de soportar el ruido de nuestras fiestas que a veces duran hasta la madrugada.
Bebió un par de sorbos de su vino blanco y añadió:
-- Una tarde, hace ya un par de años, me encontraba tomando el te en este mismo saloncito cuando Ramón vino a anunciarme que abajo estaba el alcalde de Sant Feliu que deseaba verme. Así, sin previo aviso, como si fuésemos viejos amigos. Por más que una se vaya acostumbrando a las ordinarieces que ahora están al orden del día, aquella inesperada visita me pareció el colmo de la mala educación. De modo que estuve a punto de decirle a Ramón que echara de casa al alcalde de cualquier manera. Pero como soy curiosa, lo pensé mejor y decidí recibirle. Era en invierno y yo me encontraba sentada aquí mismo, junto a la chimenea, con las piernas arropadas en una manta escocesa. Al cabo de poco Ramón, tres llamar a la puerta, la entreabrió para anunciarme:
-- El alcalde de Sant Feliu, señora marquesa.
Entró en la habitación un muchacho muy joven de ojos vivos e inteligentes con una cara casi agraciada, aunque con unos pelos grasientos que le caían más allá de los hombros. Se inclinó de cualquier manera ante mi diciendo:
-- Gracias por recibirme, señora marquesa. He venido a verla para pedirle…
-- “¿Que en España hay pocos comunistas? ¿Quién te lo ha dicho, mamá?
-- Un comunista amigo mío.
-- Pero ¿quién, mamá?
-- Paco Baltasar, el alcalde de Sant Feliu de Llobregat. Nuestro alcalde. Una excelente persona y un funcionario muy eficaz.
Esta vez mi hermano Alfonso pareció irritarse de veras.
-- Pero, mamá, ¡cómo te puedes dejar engañar por ese don nadie! No te das cuenta que…
La madre lo interrumpió diciendo:
-- Paco Baltasar pone nervioso a tu hermano Alfonso porque el sueño secreto del alcalde es que a mi muerte el Palau Falguera se convierta en el Ayuntamiento de Sant Feliu de Llobregat, un sueño que a mi no me parece nada descabellado, porque no creo que ninguno de vosotros quiera el día de mañana seguir viviendo en esta casa tan incómoda, húmeda y fría en invierno y tan calurosa en verano, rodeada además de rojos, como dice María Antonia, que se levantan a las cinco del mañana para ir a trabajar y que un día dejarán de soportar el ruido de nuestras fiestas que a veces duran hasta la madrugada.
Bebió un par de sorbos de su vino blanco y añadió:
-- Una tarde, hace ya un par de años, me encontraba tomando el te en este mismo saloncito cuando Ramón vino a anunciarme que abajo estaba el alcalde de Sant Feliu que deseaba verme. Así, sin previo aviso, como si fuésemos viejos amigos. Por más que una se vaya acostumbrando a las ordinarieces que ahora están al orden del día, aquella inesperada visita me pareció el colmo de la mala educación. De modo que estuve a punto de decirle a Ramón que echara de casa al alcalde de cualquier manera. Pero como soy curiosa, lo pensé mejor y decidí recibirle. Era en invierno y yo me encontraba sentada aquí mismo, junto a la chimenea, con las piernas arropadas en una manta escocesa. Al cabo de poco Ramón, tres llamar a la puerta, la entreabrió para anunciarme:
-- El alcalde de Sant Feliu, señora marquesa.
Entró en la habitación un muchacho muy joven de ojos vivos e inteligentes con una cara casi agraciada, aunque con unos pelos grasientos que le caían más allá de los hombros. Se inclinó de cualquier manera ante mi diciendo:
-- Gracias por recibirme, señora marquesa. He venido a verla para pedirle…
Le interrumpí levantando la mano.
-- ¿Qué edad tiene usted?, le pregunté.
Era mucho más joven de lo que parecía, lo que sumaba mucho a su favor, teniendo en cuenta que era alcalde de un pueblo de bastante importancia.
-- ¿Usted se llama Baltasar, verdad?, le pregunté.
-- Sí, señora marquesa, aunque usted puede llamarme Paco.
-- Pues Paco, antes de que usted y yo hablemos de nada le pido que vaya al peluquero para que le saque de encima esos pelos, dado que yo no acostumbro a recibir en mi casa a nadie con semejantes melenas.
El pobre chico se quedó sin habla.
-- Cuando usted esté más decente --seguí diciendo—vuelva a verme y hablaremos de lo que quiera. Buenas tardes, señor Baltasar. Ramón, acompaña al alcalde hasta la puerta. Regresó al día siguiente con el cabello corto y tan afeitado que aun llevaba la cara sembrada de gotitas de sangre seca. Era otro hombre. Y desde aquel día nos hicimos muy amigos”.
-- ¿Qué edad tiene usted?, le pregunté.
Era mucho más joven de lo que parecía, lo que sumaba mucho a su favor, teniendo en cuenta que era alcalde de un pueblo de bastante importancia.
-- ¿Usted se llama Baltasar, verdad?, le pregunté.
-- Sí, señora marquesa, aunque usted puede llamarme Paco.
-- Pues Paco, antes de que usted y yo hablemos de nada le pido que vaya al peluquero para que le saque de encima esos pelos, dado que yo no acostumbro a recibir en mi casa a nadie con semejantes melenas.
El pobre chico se quedó sin habla.
-- Cuando usted esté más decente --seguí diciendo—vuelva a verme y hablaremos de lo que quiera. Buenas tardes, señor Baltasar. Ramón, acompaña al alcalde hasta la puerta. Regresó al día siguiente con el cabello corto y tan afeitado que aun llevaba la cara sembrada de gotitas de sangre seca. Era otro hombre. Y desde aquel día nos hicimos muy amigos”.
Actualmente el restaurado Palau Falguera es de propiedad municipal y acoge en sus 2.800 m2 la concejalía de Cultura, un auditorio, una sala de exposiciones, la Escuela de Música de Sant Feliu de Llobregat y el restaurante de la Escuela de Hostelería del instituto profesional Martí Dot. Los jardines de 1,5 hectáreas, abiertos al público, albergan cada segundo fin de semana de mayo la Exposición Internacional de Rosas. Y Francesc Baltasar está completamente calvo.
0 comentarios:
Publicar un comentario