Vaya por delante que no es el único ni el principal asunto que estos días provoca pena y rabia, pero no ser neutrales no significa que debamos ser monotemáticos. La ciudad tenida por soñolienta y provinciana de Narbona ha encargado al arquitecto Norman Foster un nuevo Museo Romano que abrirá a comienzos del 2019, con un presupuesto de construcción de 50 millones de euros. En la vecina ciudad de Nimes, fundada igualmente por los romanos, el nuevo Museo de la Romanidad ha sido confiado a la arquitecta Elizabeth de Portzamparc y su inauguración fijada el 2 de junio de 2018, con un presupuesto de construcción
de 59 millones de euros. Junto con el flamante Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo (MUCEM), abierto en pleno centro de Marsella en 2013, los tres modernos edificios ilustran la dinámica política de valoración del patrimonio histórico en el sur de Francia.
En Catalunya el yacimiento de Empúries, tan atractivamente situado a la orilla del mar, pierde visitantes año tras año sin que se ponga remedio. La Tarragona romana podría ser uno de los primeros equipamientos culturales del sur de Europa, sin embargo no pasa de triste ejemplo de oportunidad perdida.
La declaración de Tarraco como Patrimonio Mundial de la UNESCO el año 2000 no se ha traducido en el aumento esperado de visitantes. El festival internacional de divulgación histórica Tarraco Viva se ha distinguido desde 1999 por una gran cantidad de actos populares, concentrados en un fin de semana veraniego, pero no ha revertido la indiferencia el resto del año. Los Juegos del Mediterráneo de 2018 en Tarragona no cambiarán la tendencia, derivada de la escasa y descoordinada visión estratégica de las instituciones públicas.
Hispania fue la provincia más romanizada del Imperio. La capitalidad provincial de Tarraco se tradujo en un conjunto monumental sin precedentes en todo el Mediterráneo: muralla, circo, anfiteatro, teatro, espléndido templo a César...
El Museo Nacional Arqueológico de Tarragona ya era obsoleto cuando lo construyó el Estado en 1874. También cuando en 1960 se trasladó al actual edificio de la Plaça del Rei tarraconense, pese a la riqueza de las piezas y las funciones de estudio y divulgación que reúne.
Desde 1982 la gestión depende de la Generalitat. El Estado es propietario del edificio y aporta los 2 millones de euros del actual proyecto de reforma, forzado por una sentencia judicial derivada de una demanda de los empleados sobre deficiencias en materia de seguridad.
La remodelación se aprobó y presupuestó en 2009. Aun no ha comenzado. Cerrará dos o tres años y, durante las obras, una parte de las colecciones se expondrán en el Tinglado 4 del puerto.
El enorme edificio de la antigua Tabacalera tarraconense se halla cerrado desde 2005. De sus 45.000 m2 útiles, el museo solo declara necesitar en el futuro entre 9.000 y 11.000. Pero no hay ningún proyecto definido.
El Gaudí Centre de Reus triplica en verano la cantidad de visitantes del Museo Nacional Arqueológico tarraconense. En Madrid, el Museo Arqueológico Nacional, situado desde 1985 en plena calle Serrano, vivió seis años de obras de 2008 a 2014, con un presupuesto que acabó siendo de 55 millones de euros, equivalente al de los modernos equipamientos de Marsella, Narbona y Nimes. Por su parte, Empúries y Tarraco siguen bostezando ostensiblemente.
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