Un matrimonio amigo me ha invitado este último fin de semana a su residencia secundaria de Aramunt, en el Pallars Jussà. Décadas atrás fue la casa familiar del marido, antes de ir a estudiar a Barcelona y quedarse en la capital. Rodeado ahora de las comodidades interiores modernas y de un paisaje maravilloso, hemos amortiguado por un par de días el molinillo de la inquietud, la sugestión impetuosa de la acción, la espiral expansiva de la novedad, la indigencia avivada de las circunstancias colectivas. Hemos intentado tener, por un par de días, apetencias tranquilas, escuchar la música atenuada del hilo de la lejanía, saborear la pequeña poesía del buen sentido, acoger con cordialidad al primer frío, recordar, esperar, soñar el sueño de la
vida, encontrarle el gusto ... y luego regresar.
Entre dos paseos por el bosque y dos sobremesas, he palpado sobre el terreno las crudas estadísticas que se leen sobre el papel con tanta indiferencia. Cerca del 95% de la población de Catalunya vive en una tercera parte del territorio, a lo largo del litoral y la autopista AP-7. Las otras dos terceras partes del país se han despoblado, y suerte tienen de las segundas residencias de fin de semana y del turismo.
Pocos núcleos rurales urbanos, dinámicos y potentes económicamente han podido consolidarse. El equilibrio territorial es una quimera, con escasas políticas que no sean la del turismo. La Catalunya interior y especialmente el Pirineo son el epicentro de ese desastre.
Pallars Jussà significa Pallars de abajo, por contraste con el Pallars Sobirà o de alta montaña. La comarca suma apenas 13.500 habitantes, menos de la mitad que en 1850.
Todavía se aprovecha de la accesibilidad de dos núcleos urbanos como La Pobla de Segur (3.000 habitantes) y Tremp (6.000, el cierre de la academia militar de Talarn sería aquí como si en Barcelona cerrase la Seat). El vecino Pallars Sobirà solo tiene 7.000 habitantes pelados (el municipio mayor es Sort, con 2.000 habitantes) y todos sueñan con alguna futura unión con el dominio esquiable aranés de Baqueira como tabla de salvación.
La casa de mis amigos y su entorno son de una belleza acentuada, una belleza que no ha dado de comer a la mitad de sus hijos. La población de Aramunt comenzó a emigrar hacia el llano, al nuevo arrabal de Les Eres, a principios del siglo XX. La penuria de la posguerra y la mecanización de la agricultura remataron la tendencia la década de los 1960. Veinte años más tarde el municipio estaba completamente deshabitado y las casas hundidas. El nuevo Aramunt, en el llano, suma hoy 60 habitantes.
El gobierno tripartito de izquierdas de la Generalitat impulsó en 2005 –sobre todo el director general de Arquitectura y Vivienda, Joan Ganyet, alcalde La Seu d’Urgell— un proyecto turístico publico-privado de reconstrucción de Aramunt que pudiera servir de modelo a los 200 pueblos abandonados de las comarcas de Lleida. No prosperó.
La comarca del Pallars es un paraíso despoblado, una contradicción, un desequilibrio, una injusticia. Es como un guiso de liebre con poca liebre. Conserva en este momento del otoño el oro de las hojas muertas, el ocre tostado de los campos labrados, el blanco algodonoso de las nubes, el rojo acarminado de los tejados, el espejeo plateado de los olivos, el amarillo restellante de los membrillos de ramas cargadas, el gris severo i escurridizo de los caminos asfaltados del retorno.
0 comentarios:
Publicar un comentario