9 jul 2018

La Magdalena me lo dejó por solo 6 euros

Los dos bares del mercado de la Barceloneta, el del Paco y el de la Magdalena, lo tienen difícil para competir con sendas instituciones del ramo que los flanquean por delante y por detrás. Frente al mercado reina la Cova Fumada, para muchos las mejores bombas y el mejor allioli de la ciudad. Por detrás Can Ramonet proclama: “Desde 1753, la taberna más antigua del puerto”. La Cova Fumada es rijosa, incómoda, ruidosa y su vino blanco dulcea, sin embargo mantiene un glamur y una pizarra de platos dignos de veneración. Can Ramonet se ha pasado con armas y bagajes a las paellas de precio turístico, aunque buenísimas. En el interior del mercado las cosas son distintas. El Bar del Paco, abierto en 1958 y ahora regentado por Paco Alcaide Zorio, es el más amplio. Se desayuna y almuerza casi todo lo que pueda imaginarse en un mercado. El otro
Café del Mercado, el de la Magdalena, gobernado desde 2007 por Magdalena Serrano Piqué, es más pequeño pero muy activo.
Me apetecía uno de los pocos platos no anunciados en la cantidad de pizarras que tapizan sus paredes: sardinas. Se lo pedí a Magdalena, salió en un instante de detrás de la barra, pegó un brinco hasta el puesto de pescado de enfrente, llevó las sardinas a su plancha y me las sirvió al cabo de pocos minutos, deliciosas. 
Las sardinas tienen el defecto de ser baratas. Cuando las más altas virtudes van asociadas a la modestia, cotizan menos, quedan reservadas a quienes no seguimos las modas del provincianismo internacional. Las sardinas se han visto expulsadas por pobres de muchos restaurantes, incluso de los especializados en pescado, más exactamente en pescado caro. 
Cuando están en su punto --especialmente durante los meses sin erre, de mayo a agosto--, su lomo plateado adquiere una curvatura voluptuosa, el dorso de tono verde-azulado una consistencia carnosa y los dos ojitos un brillo malicioso. El sabor y el aroma de este pescado se cohíbe en los restaurantes caros. Las sardinas tienen conciencia y orgullo de clase. 
Las de la Magdalena, en el Café del Mercado de la Barceloneta, poseen la grandeza intacta de las pequeñas cosas. Por un plato de siete sardinas de buen tamaño, cuatro rebanaditas de pan con tomate y una copa de vino me cobró 6€, casi un regalo. A la salida me resultó inevitable recordar la estrofa de Joaquín Sabina: "Dueña de un corazón tan de cinco estrellas que hasta el hijo de un Dios, una vez que la vio, se fue con ella y nunca le cobró, la Magdalena".
La remodelación del mercado de la Barceloneta estrenada en 2007 coincidió con la moda de incorporar amplios restaurantes “de concepto”, además de los tradicionales bares de mercado, igual que en Santa Caterina. En la fachada asomada a la plaza del Poeta Boscán hay dos, que han pasado por varias manos. Ahora se llaman Caballa Canalla y El Guindilla. Se dirigen a públicos distintos de los bares del interior del mercado, públicos con presupuestos y “conceptos” distintos.

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