El Caixaforum barcelonés dedica hasta el 3 de marzo una amplia exposición que ha titulado “Velázquez y el Siglo de Oro” con 59 cuadros del Museo del Prado. Una exposición de Velázquez siempre es noticia, aunque esta contiene un cierto trucaje: los cuadros expuestos no son solo de Velázquez, también de destacados pintores como Tiziano, Rubens, Rivera, Murillo o Zurbarán. El despliegue de nombres de lujo reduce el número de cuadros de quien da título a la muestra y plantea de nuevo la rivalidad entre ellos. La exposición presenta la famosa “Venus y la música” del Tiziano, pero no dice que en este obligado tema mitológico del desnudo femenino Velázquez le superó con su igualmente famosa “Venus del espejo” (foto adjunta). La
colección más nutrida de obras de Velázquez se encuentra en el Prado, sin embargo su “Venus del espejo” tiene que irse a contemplar a Londres. Se la llevó el duque de Wellington en 1806, tras las victorias militares en España.
colección más nutrida de obras de Velázquez se encuentra en el Prado, sin embargo su “Venus del espejo” tiene que irse a contemplar a Londres. Se la llevó el duque de Wellington en 1806, tras las victorias militares en España.
El año 2015 el Grand Palais parisino dedicó una exposición a 54 cuadros de Velázquez, la mitad de toda la producción de su vida. Más que los azules de las Inmaculadas, los púrpuras del papa Inocencio X o la tenebrosa forja de Vulcano, descollaba la “Venus del espejo”, el único y magistral desnudo femenino en la producción de este autor.
La pintó posiblemente durante su estancia en Italia entre 1649 y 1651 y ha superado en consideración todas las numerosas Venus de los demás maestros. Se lleva la palma sobre todo por la parte posterior del desnudo, el culo mejor valorado de la historia de la pintura, que no veremos en el CaixaForum.
En la Venus del Tiziano, en cambio, el músico de la escena pictórica clava por primera vez la mirada de forma inequívoca en el pubis de la modelo, descubierto, sin velos, insinuando el vello púbico del mismo color que el cabello, como si el organista estuviera tocando una música inspirada en aquella visión precisa. Pero, a parte de este acierto compositivo, no llega a la suela del zapato de la “Venus del espejo” velazqueña.
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