El año próximo se cumple el 250 aniversario del nacimiento de Ludwig van Beethoven en la ciudad alemana de Bonn. El 2020 ha sido declarado Año Beethoven, de modo que salas de conciertos y discográficas ya calientan motores. Probablemente nos pondrán la cabeza como un bombo con la efemérides. Contra el empacho, el único remedio es la limitación voluntaria. Dentro de las infinitas páginas sobre Beethoven y discos grabados con sus obras, la limitación voluntaria dispone de dos rutilantes ases en la manga: un libro y un disco (solo uno) todavía no superados hasta hoy. De entrada, la biografía que le dedicó el compositor norteamericano Jan Sawfford, traducida al castellano en 2018 por la editorial
Acantilado. A lo largo de las apasionantes 1.400 páginas, el autor se permite la francesilla de evitar en todo momento las palabras “genio” y “obra maestra”, a pesar de que se deducen con frecuencia. La limitación voluntaria de Jan Sawfford, al menos en este aspecto ditirámbico, es de agradecer.
Acantilado. A lo largo de las apasionantes 1.400 páginas, el autor se permite la francesilla de evitar en todo momento las palabras “genio” y “obra maestra”, a pesar de que se deducen con frecuencia. La limitación voluntaria de Jan Sawfford, al menos en este aspecto ditirámbico, es de agradecer.
En lo referente a los incontables discos, no hay discusión. La grabación dirigida por el maestro Carlos Kleiber en 1974 de la Quinta y la Séptima sinfonías de Beethoven con la Orquesta Filarmónica de Viena en la sala Musikvereien de la capital austríaca, que el sello Deutsche Gramophon reedita periódicamente con motivo.
Resulta imposible, aunque altamente recomendable, limitarse más ni mejor a propósito del Año Beethoven que nos espera.
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