El próximo lunes Perpiñán será de nuevo el centro del mundo, en este caso del mundo del vino rancio, con motivo del segundo encuentro europeo de la especialidad. El acontecimiento tiene lugar en los amplios hangares de la galería de arte llamada A Cent Metres du Centre du Monde, situada a dicha distancia de la estación ferroviaria consagrada por Dalí. Al certamen le dieron desde el primer día el nombre de batalla promocional de Be Ranci, como para contrastar con el tradicional que parece rancio y cayó en desuso. Ahora regresa por la puerta grande. En 2004 surgió la quijotesca asociación Rancios Secos del Rosellón, una veintena de productores decididos a salvar la existencia y promover el renacimiento de este vino identitario. Los vinos dulces naturales y los rancios secos derivan de una alquimia propia de la uva sobremadurada, cuyo
jugo se deja envejecer en garrafas de vidrio a sol y serena o bien en barricas de roble para que se oxide mediante la evaporación, concentre los aromas y acabe por asir con la mano el relámpago de la viña y de los dioses paganos.
jugo se deja envejecer en garrafas de vidrio a sol y serena o bien en barricas de roble para que se oxide mediante la evaporación, concentre los aromas y acabe por asir con la mano el relámpago de la viña y de los dioses paganos.
Se le añade cada año una partede vino joven para que abrace la madre del vino procedente de tiempo atrás, dentro de una continuidad edípica que cree en la capacidad de regeneración del recuerdo. El licoroso rancio seco de 16 o 17 grados, de una densidad sedosa i fragante, de irisaciones sutiles como una caricia, alterna la ternura con el arrebato.
Se trata de un vino meditativo de profunda siesta digestiva en que subyace siempre una cuestión moral. También era un vino de nervio para guisar carne estofada o asados de gravedad wagneriana. La producción escaseaba, víctima del propio misterio.
Se ha recuperado igualmente de este lado de la frontera, por ejemplo el espléndido rancio Sereno Solera de la bodega La Vinyeta, con garnacha tinta de dos parcelas de Mollet de Peralada y el camino de Espolla al Coll de Banyuls, que más que un camino es la escalera de Jacob del paraíso secreto fronterizo.
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