Ayer tomamos el camino de Roses a cala Montjoi para maravillarnos ante la extensión de viña nueva del Mas Marés de la mano de su propietaria, la viticultora de octava generación Anna Espelt. En lo alto del Pla de les Gates y con la silueta del cabo Norfeu al fondo, sacó del coche una botella y unas copas para probar en compañía el "Escumós Anna Espelt Cap de Creus" justo ahí de donde viene. En aquel instante de revelación comprendí su comentario: “Muchas cosas las he hecho porque no sabía que eran imposibles”. Al casarse sus abuelos, los padres de la novia les ofrecieron una parcela de viña como regalo de bodas, de modo que contaron entre los fundadores de la Cooperativa del pueblo de Pau. Vendían la uva al gran fabricante de
Peralada, hasta que a los sesenta y nueve años el abuelo decidió comprar una finca en Vilajuïga y crear bodega propia. El hijo, Damià Espelt, es ingeniero agrónomo y se dedicó más a los productos fitosanitarios.
Peralada, hasta que a los sesenta y nueve años el abuelo decidió comprar una finca en Vilajuïga y crear bodega propia. El hijo, Damià Espelt, es ingeniero agrónomo y se dedicó más a los productos fitosanitarios.
El timón de la bodega Espelt lo asumió el año 2000 la nieta Anna Espelt, a los veintitrés años. Dos años después sumó la nueva finca del Mas Marés, dentro del Parque Natural del Cap de Creus, hasta reunir 185 hectáreas de viña y treinta más de olivos.
Recuperó más de tres kilómetros de bancales de piedra seca para dedicarlos a la viticultura biodinámica, ahora con la ayuda del enólogo Xavier Martínez, en la línea abierta por Didier Soto en el Mas Estela de la vecina localidad de Selva de Mar. Entre medio crió a tres hijas, hoy ya adolescentes. La decisión de encargar las etiquetas al diseñador Javier Mariscal empezó a dar que hablar.
Las primeras botellas de la viña nueva del Mas Marés las ha comercializado en 2019 con el nombre de Cala Rostella (tinto) y Pla de Tudela (blanco). Son vinos naturales sin Phostohop. El ingrediente más importante son las personas que deciden dónde y cómo lo elaboran (la tierra, el clima, el precio). Y también –o sobre todo-- las personas con quien el destinatario final bebe ese vino una vez servido en la copa, es decir la calidad del momento, la compañía, el lugar, el anhelo que le pone. Ayer todos los factores confluyeron. El vino es un coloquio entre la naturaleza y las personas, jamás un monólogo.
Cada cepa nueva del Mas Marés es una pequeña escultura que se sentiría demasiado pretenciosa sin la proximidad de la de al lado. No hay dos vinos iguales, como las personas. Reducir el carácter de un vino a una puntuación sería ofensivo.
El mundo del vino resulta complicado y a veces petulante (también es un gran negocio). La uva extrae de la tierra sabores misteriosos que se dirigen al espíritu de las personas para cautivarlo con una promesa de fiesta, como la de ayer el lo alto del Pla de les Gates y los caminos de la viña nueva del Mas Marés de la mano de Anna Espelt.
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