Llevamos muchos años manteniendo con Josep M. Dacosta, más conocido por Daco, nuestro ritual intermitente de las matinales de los sábados para explorar rincones predilectos del Empordà. Me levanto de madrugada para tomar el tren, la ilusión me empuja como a un adolescente enamorado. El amigo Daco me espera como un clavo en la estación de Figueres y allí emprendemos con el coche la última parte del trayecto. La cantidad de cosas que me ha enseñado charlando al volante solo es comparable con las que he aprendido al apearnos del vehículo, movidos por el deseo de saber sobre los repliegues infinitos de unos paisajes privilegiados. El escenario pone su parte, nuestra pasión la otra. Se trata de salidas relámpago, él regresa
a casa a comer con la familia a las 14h en punto. Eso no resta a nuestras salidas ni una brizna de intensidad, ya que conocemos los atajos, sabemos lo que buscamos o al menos intuimos la forma de buscarlo.
a casa a comer con la familia a las 14h en punto. Eso no resta a nuestras salidas ni una brizna de intensidad, ya que conocemos los atajos, sabemos lo que buscamos o al menos intuimos la forma de buscarlo.
Ser biólogo y técnico de Medio Ambiente solo configura una tercera parte de su perfil. La parte principal es el amor entusiasta que practica desde niño por el conocimiento de las cosas sobre el terreno. La última parte determinante es su generosidad y su fina ironía de sabio travieso.
Con él escribimos a cuatro manos el libro La tramuntana (Quaderns de la Revista de Girona, 1995). Más adelante redactó el prólogo a mi libro Elogi i refutació de la tramuntana (Col.lecció Josep Pla, Diputació de Girona 2015). Su nombre aparece de forma ineludible en algunos capítulos de mi última obra Apologia de l’Empordà: de Banyuls a les illes Formigues.
Tras el confinamiento, no me he vuelto a sentir del todo libre hasta recuperar la matinal sabatina con el amigo Daco. Aun nos une, igual que décadas atrás, la tendencia a sacudirnos la pereza ante el entusiasmo de conocer, el impulso de salir a maravillarnos en los interminables rincones de nuestro mundo, pisados como si los acariciásemos.
Algunas cosas importantes no pueden alcanzarse sin la dosis perseverante de entusiasmo. Tal vez parezca ingenuo a los descreídos, ellos se lo pierden. Ante las dificultades, recuerdo con frecuencia la frase irónica de Daco: “Después de aprobar Matemáticas de primer curso de carrera, todo viene de bajada”. Parece sencilla, porque los mayores hallazgos suelen parecer sencillos una vez descubiertos. (La foto selfie adjunta es de Josep M. Dacosta en el banco "asirio" en mármol de Can Coll, en Roses)
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