La reforma urbanística moderna de París diseñada el XIX por el barón de Haussmann puso de moda la plantación de castaños de Indias como árbol de hilera en los nuevos bulevares, por la elegancia de las hojas de cinco lóbulos y las espectaculares flores verticales en forma de racimo erecto de tono blanco, rosado o azul en primavera. La flor de los marroniers se multiplica en cada árbol hasta recubrirlo “con orgullo de sexualidad recién estrenada”, dice Narcís Comadira en el libro Dies de França. La moda parisina fue seguida en múltiples lugares, por ejemplo en esta placita de la foto adjunta, en la avenida Michel Aribaud de Ceret casi esquina con la calle Pierre Rameil. Hoy la contaminación y el cambio climático castigan la flora urbana. Un castaño de Indias vivía más de cien años con buena salud en la ciudad, ahora sobrevive apenas treinta años sin achaques.
La mitad de los árboles de los Jardines del Luxemburgo parisinos eran castaños de Indias, sustituidos gradualmente por especies más resistentes a las condiciones actuales. En cambio estos tan ”periféricos” de la pequeña villa fronteriza de Ceret subsisten dentro de una vejez espléndida, en la umbría del Pirineo favorecida por los cursos de agua que genera y un microclima privilegiado. El banco colocado debajo de sus copas es de lo más humilde, sin embargo los castaños le confieren a mis ojos la majestad de un trono de paz, sobre todo después de caminar largamente por las calles de la villa. Parece la míniima expresión de un banco, yo le encuentro la máxima expresión. (foto Pablo Leoni)
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