El cabo de Creus es pleno Pirineo, un paisaje pirenaico a la orilla de mar, el extremo que agarra la cordillera en un puño y la deposita sobre las olas, el brinco impulsivo que da la cadena en el momento de zambullirse en el Mediterráneo con la intención de nadar cuatro brazadas y en seguida ponerse a hacer el muerto sobre la superficie del agua. La vastedad y el vacío cohabitan dentro del carácter de la punta más oriental, más al este, de toda la Península Ibérica. Abierta a los cuatro vientos, proporciona paradójicamente una sensación de recogimiento entre lo humano y la naturaleza, de conciliación entre el infinito y un balcón. El nombre del accidente geográfico designa dos cosas distintas. Por