Ayer fui a pasear a la playa desierta pero vivísima de Llafranc, violentada desde 1970 en su biografía moral por la construcción de un puerto supuestamente deportivo diseñado con los pies y cegado por los corrimientos de arena que provocan los temporales de levante, tras rebotar contra la Punta d’Es Blanc y barrer la playa. Con los pies se pueden hacer cosas maravillosas, por ejemplo caminar, no construir puertos supuestamente deportivos. “Una obra para ricos con mentalidad pobre”, escribió el semanario Destino el 6 de junio de 1970 a propósito del desatino. Lleva más de cuarenta años ahí, quizás me acostumbraré, no lo sé. La playa de Llafranc forma parte de mi ruta natural y tenaz para combatir el vacío de estómago, la aridez