27 may 2017

La Costa Brava tiene un templete a flor de agua, donde ayer levité

La Costa Brava posee muchos puntos privilegiados, conocidos o apartados, masivos o particulares. Sin embargo templete a flor de agua solo tiene uno. Ayer volví con amigos, para colocarme bajo su sombra con una vieja y conmovida devoción laica. El templete es una figura arquitectónica definida, no debe confundirse con una glorieta o una logia. El molde insuperado del templete lo construyó el arquitecto renacentista Bramante en San Pietro in Montorio, en la colina romana del Janículo. Desde ahí, acodado en la baranda panorámica, Stendhal escribió en el primer párrafo de su obra Vie de Henry Brulard: “Hoy por la mañana, 16 de octubre de 1832, me hallaba en San Pietro in Montorio, en el Janículo de Roma. Lucía un sol
magnífico, un ligero viento de siroco casi insensible hacía flotar unas pequeñas nubes por encima del monte Albano, reinaba en el aire un calor delicioso y me he sentido feliz de vivir”.
La logia, por su lado, tiene en la Costa Brava un ejemplar sin rival: la de los jardines de Senya Blanca en S’Agaró, las siete arcadas de medio punto sustentadas por columnas jónicas. Fue diseñada en piedra porosa por el arquitecto Francesc Folguera el año 1954 en un arranque de elevación, un instante de estado de gracia. 
Es uno de los marcos más civilizados que el hombre de este país ha sido capaz de ponerle al Mediterráneo. El otro es el templete de Linné, levantado en los jardines Mar i Murtra de Blanes. Ambos, la logia y el templete, lo proclaman con el destello de un diamante. 
Los grandes jardines europeos suelen ser herencia de los castillos de la antigua nobleza. En cambio aquí florecieron, a menor escala, como residencias de los señores de la sociedad industrial. El creador de Mar i Murtra fue el negociante alemán Karl Faust, residente en Barcelona desde 1897. Quiso ser biólogo, pero la familia le destinó a la sucursal barcelonesa de la empresa alemana de maquinaria industrial Körting. Entonces no se desobedecía a la familia. A los 50 años se jubiló para dedicarse por entero a configurar su finca del jardín botánico Mar i Murtra. 
El arbusto aromático de la murtra o mirto es el Myrtus communis, del griego myrtos o perfume. Da nombre al famoso Patio de los Arrayanes de la Alhambra granadina y a la no menos famosa mortadela de Bolonia, condimentada con bayas de mortola o mirto. 
El jardín en pendiente de Mar i Murtra se encara abiertamente al mar, entre Cala Bona y Sa Forcanera. Frente a Sa Forcanera se alza el luminoso templete neoclásico de Linné, con columnas estriadas y cúpula semiesférica, dedicado al botánico sueco que estableció la nomenclatura moderna de las especies. 
Desde la muerte sin descendencia de Karl Faust en 1952, un patronato se encarga del mantenimiento de la finca, abierta al público. Su templete de Linné lucía ayer igual que el primer día. Más incluso, teniendo en cuenta lo que ha tenido que soportar en el vecindario durante las últimas décadas. Ayer volví para levitar un rato, esquivando los primeros grumos del turismo organizado. 
El blanense Joaquim Ruyra, pionero y modelo de la prosa catalana moderna, escribió: “La naturaleza parece manifestar, en aquel serenísimo paisaje marítimo, pompas y gustos de platero”. 
La prolongación de la autopista de Palafolls a Blanes sigue pendiente. Los temporales de otoño todavía destrozan cada año el paseo marítimo de Blanes. Joaquim Ruyra y Roberto Bolaño ya no están. Pero el templete de Linné, sigue ahí. Lo dijo, con un punto de épica, el poeta nacional:

Lo que un segle bastí, l’altre ho aterra,
mes resta sempre el monument de Karl;
i la tempesta, el torb, l’odi i la guerra
a ell no el tiraran a terra,
no esbrancaran l’altívol templet de Linné.


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