27 sept 2019

El famoso “punto G” en la montaña palafrugellense de Sant Sebastià

Cada cual debe tener su “punto G” del paisaje del país, aquel lugar que le despierta una emoción suspirante, una palpitación particular, un íntimo trance. El mío se halla en la cima panorámica de la montaña litoral palafrugellense de Sant Sebastià de la Guarda, con su erecto faro. También era la predilección de Josep Pla. El entorno  ha cambiado mucho desde su juventud, le han salido una infinidad de pecas en forma de chalets, pero la visión  del telón de fondo de las Gavarres, las bahías de Llafranc y Calella o la seña marinera de las islas Formigues se sigue contemplando en toda majestad, con un entusiasmo antiguo y justificado. He acudido a visitar el nuevo mirador panorámico construido por el Ayuntamiento de Palafrugell con un presupuesto de
70.000€ en esta cima tan estimada, accesible y visitada (sobre todo por los dos restaurantes).
No he logrado entender el motivo del nuevo balcón justo al lado del existente, que cumple su función de forma holgada e irreprochable. El mirador originario lleva desde 2005 el nombre de Joaquim Turró i Rosselló, librero, concejal y dinamizador cultural palafrugellense que encontró la muerte en un accidente, a los 59 años. El mirador de Quim Turró es irreproducible, sin embargo el añadido ha sido perpetrado.
Esta cima suma un poblado ibero del siglo VII aC excavado y expuesto al público, una ermita con torre de vigilancia del siglo XV, un hospedaje del siglo XVIII convertido en hotel de lujo de nueve habitaciones y el faro más importante de Catalunya por el conjunto de instalaciones, inaugurado en 1857 y ahora robotizado. En 2017 el Ayuntamiento de Palafrugell añadió un pequeño centro de información mediante un presupuesto de 93.000€ en el antiguo garaje y una de las casas anexas de los fareros.
La lista de atractivos es más larga, aunque de todas las cosas que suma la montaña de Sant Sebastià la más importante es un fragmento literario. Fue escrito en un momento de estado de gracia por Josep Pla. En un artículo aparecido el 11 de mayo de 1921 en el diario barcelonés La Publicidad y acto seguido incorporado a su libro Llanterna màgica, ya manifestó con la irreverencia de la juventud que la montaña de Sant Sebastià le atraía más que Montserrat.
Su serie periodística Viatge a Catalunya, publicada en 1927 en el diario La Nau, arrancó con un capítulo sobre la montaña de Sant Sebastià de la Guarda. Le sirvió de base para la redacción definitiva, publicada con el título “El genius loci en mi situación personal y mi obra literaria” en el volumen 7 de la Obra Completa, El meu país: “Me veo a dieciséis o diecisiete años, cuando hubo tanta gripe y la Universidad tuvo que cerrar. Pasé todo el otoño y parte del invierno en Palafrugell. Después de comer salía a pasear. Solía subir a Sant Sebastià. Fue en el curso de estos paseos que me salió la miserable vocación que tengo de escritor”.
Sería ahora imposible resumirlo sin mutilarlo, porque su ritmo interno es trepidante y el valor de conjunto se revela al final. Léanlo en el mirador de Quim Turró o en el añadido innecesario de al lado. Descubrirán el famoso “punto G”.

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