Todavía conocí en las tabernas ampurdanesas a los viejos cantores de habaneras a palu secu, como mucho con una benévola guitarra o un acordeón. Todavía asistí a algunas de las resurrecciones de viejos cantores arrinconados que el incansable Ricard Balil invitaba a su casa para escucharles y darles a entender que su estilo valía más de lo que pensaban. Capté en vivo que este género popular tenía una dignidad y una historia, dos cosas que luego expuse en algunos libros, artículos, prólogos, ponencias y selecciones discográficas.
No sirvió de mucho. El nuevo género estival de las habaneras de escenario siguió tirando de la cucaña turística y de sus bajos costes de programación. Tras
cinco décadas de la etapa de escenario, el balance creativo es de calidad limitada, salvo honrosas y conocidas excepciones.
La revelación dentro de este panorama es Sílvia Pérez Cruz, que también vi debutar en su adolescencia en las cantadas espontáneas ampurdanesas, secundada por el padre Càstor Pérez a la guitarra y por las letras –y el gusanillo artístico-- de la madre Glòria Cruz. Naturalmente, ella se desmarcó en seguida del legado paterno, pero sabe de dónde viene y a mi me deja pensar que tantas cantadas han dado algún fruto de creatividad y calidad ampliamente reconocidas arriba del escenario.
En el vídeo: Castor Pérez y Sílvia Pérez en la sala del Fraternal palafrugellense, el viejo casino federal, interpretan la habanera Veinte años, de María Teresa Vera.
En el vídeo: Castor Pérez y Sílvia Pérez en la sala del Fraternal palafrugellense, el viejo casino federal, interpretan la habanera Veinte años, de María Teresa Vera.
0 comentarios:
Publicar un comentario