Carlos Gardel murió en el choque de dos avionetas a punto de despegar en el aeropuerto de Medellín el 24 de junio de 1935, tal día como hoy. En el cincuentenario de la fecha, el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, inauguró en los jardines de la Avenida Sarriá esquina con la calle Buenos Aires un monolito con la inscripción: ”Homenatge a Carlos Gardel. Barcelona en el 50 aniversari de la seva mort, 24 de juny de 1985”. El monolito se ve hoy tapado por el crecimiento de los arbustos circundantes. El mejor monumento se encuentra sin duda en las tiendas de discos donde se siguen vendiendo sus grabaciones y en las versiones de los jóvenes intérpretes, seducidos igual que sus predecesores por la calidad de Gardel. La capacidad de salto generacional demostrada por el tango desde hace un siglo debe una parte importante al liderazgo mantenido por el legado de Carlos Gardel. La muerte prematura significó su entrada en la leyenda, la cual sigue creciendo con las versiones gardelianas divulgadas por las últimas generaciones. La "beatificación"
post-mortem asentó la creencia de que "Gardel cada día canta mejor", pero el mito no hubiera resistido los embates del tiempo si quienes renovaron a continuación el género no hubieran admirado las aportaciones del cantante fundacional. Gardel no representó tan solo un autor de populares melodías, un crooner o un galán cinematográfico, sino el iniciador un nuevo modo de entender la carrera artística, desde el lejano sur hasta los centros de difusión europeos y norteamericanos. Su legado se basa en la extraordinaria calidad interpretativa, pero también en el empuje para seducir a públicos hasta entonces inexplorados, para abrir modernos mercados.
post-mortem asentó la creencia de que "Gardel cada día canta mejor", pero el mito no hubiera resistido los embates del tiempo si quienes renovaron a continuación el género no hubieran admirado las aportaciones del cantante fundacional. Gardel no representó tan solo un autor de populares melodías, un crooner o un galán cinematográfico, sino el iniciador un nuevo modo de entender la carrera artística, desde el lejano sur hasta los centros de difusión europeos y norteamericanos. Su legado se basa en la extraordinaria calidad interpretativa, pero también en el empuje para seducir a públicos hasta entonces inexplorados, para abrir modernos mercados.
El tango fue por nacimiento un género cosmopolita, un hijo de los bajos fondos porteños, deudor de la caprichosa voltereta de la historia que le proporcionó la caja de resonancia de París y la temprana difusión de aquella moda parisina canalla en el conjunto de la Europa de la Belle Epoque, incluida Barcelona, conocida como "tercera patria de tango". Carlos Gardel fue el primero en entender el brío de las modas musicales internacionales, con el mérito añadido de lograrlo en el corto lapso de diez años que duró su carrera internacional, entre el debut europeo como cantante solista de tangos en el Teatro Goya barcelonés el 10 de noviembre de 1925 y la catástrofe de Medellín diez años después, tal día como hoy.
Primero instaló su base de proyección internacional en Barcelona, a donde viajó en cinco ocasiones a partir de 1925. En la capital catalana grabó por primera vez sus discos con el moderno sistema eléctrico y entabló múltiples amistades, antes de triunfar en la segunda etapa cinematográfica de París entre 1928 y 1932, y en Nueva York durante los tres últimos años de vida. Barcelona fue uno de los únicos cuatro centros donde grabó su obra discográfica (750 temas en Buenos Aires, 63 en Barcelona, 37 en París y 23 en Nueva York). La Biblioteca de Catalunya adquirió recientemente al anticuario Francesc Arellano una de las mejores colecciones europeas de discos, publicaciones, fotos, carteles y objetos relacionados con la historia de Gardel y del tango, iniciada con los fondos de los coleccionistas Concepción Márquiz y Fernando García.
0 comentarios:
Publicar un comentario