Estos días de magnánimos topless femeninos en las playas, pienso por espíritu de contradicción en la superioridad de la astucia de los escotes, al ofrecer impresiones de volúmenes y texturas que la realidad desnuda desmiente. Prometen un equilibrio que se desanima frente a la prueba de la verdad, dibujan una forma y una elevación que, una vez desprovistas de artificio, se revelan con frecuencia inconsistentes a la luz del día. A pesar de todo los prefiero, tal vez porque me gusta el teatro, al menos una dosis de teatro representada con talento. La belleza completamente natural, a pelo, se da raramente. El hecho de civilizarse siempre ha consistido en poner un punto razonable de artificio a la cruda realidad. “Los senos son las dos grandes lágrimas que llora la belleza por ser tan efímera", escribió Ramón Gómez de la Serna en su libro monográfico Senos. Hoy cavilaba en la playa que los
escotes sigue siendo un pacto inteligente con la realidad.
escotes sigue siendo un pacto inteligente con la realidad.
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