Un encargo editorial me ha llevado a pasar los últimos meses absorbido por la traducción de un libro del antropólogo Bruno Latour (en la foto), el pensador francés actual más divulgado. El texto no me ha divertido mucho, pero me ha hecho recordar intensivamente la especialidad francesa del pensamiento malabar, en la versión actual. En mi libro Retrat de França amb francesos, publicado en 1998, intenté describir el salto acrobático de la generación de Sartre, Camus, Levi-Strauss, Foucault y compañía hacia
la de los nouveaux philosophes de Bernard-Henry Levy, Julia Kristeva, Barthes, Lacan, Deleuze, Derrida,
Lyotard, Baudrillard y acompañantes. La siguiente, que integran Latour, Badiou, Descola, Rancière, Legendre o Balibar es hoy igualmente nutrida, pero más delgada en términos de liderazgo intelectual, fuera de los respectivos reductos profesionales. La influencia de los maître-à-penser ha languidecido al mismo ritmo que el peso europeo y mundial de Francia, pese a que la amplia estructura universitaria y editorial francesa le asegura una jubilación respetuosa. De entrada celebré que una editorial comercial de aquí se interesase en traducir a un filósofo francés contemporáneo, hasta que me enteré que en realidad el motivo del editor era divulgar al conocido profesor del master en que había matriculado a su hijo en París. La estructura universitaria francesa mantiene, como digo, una productividad indiscutible. La utilidad ya es otra cosa.
la de los nouveaux philosophes de Bernard-Henry Levy, Julia Kristeva, Barthes, Lacan, Deleuze, Derrida,
Lyotard, Baudrillard y acompañantes. La siguiente, que integran Latour, Badiou, Descola, Rancière, Legendre o Balibar es hoy igualmente nutrida, pero más delgada en términos de liderazgo intelectual, fuera de los respectivos reductos profesionales. La influencia de los maître-à-penser ha languidecido al mismo ritmo que el peso europeo y mundial de Francia, pese a que la amplia estructura universitaria y editorial francesa le asegura una jubilación respetuosa. De entrada celebré que una editorial comercial de aquí se interesase en traducir a un filósofo francés contemporáneo, hasta que me enteré que en realidad el motivo del editor era divulgar al conocido profesor del master en que había matriculado a su hijo en París. La estructura universitaria francesa mantiene, como digo, una productividad indiscutible. La utilidad ya es otra cosa.
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