12 oct 2012

La Unión Europea no merece el Nobel de la Paz

La idea fundacional de la Unión Europea merece el premio Nobel de la Paz que le han adjudicado hoy, su realidad no. La UE está imponiendo actualmente una política contra la crisis que reincide en los errores del neoliberalismo, profundiza la brecha entre clases sociales y entre países del norte y el sur, lo que representa todo lo contrario de su idea fundacional y de la propia democracia. En la segunda postguerra mundial, la creación de la Unió Europea no fue nada más que alzar una barrera contra un nuevo enfrentamiento entre sus miembros, del mismo modo que
el Estado del bienestar una barrera contra el abuso de unas clases sociales sobre otras. Europa ha sido capaz de autodestruirse literalmente dos veces en tan solo un siglo y ahora vuelve a tener la oportunidad de demostrar si prefiere la vía histórica del dominio alemán o la regeneración de aquella antigua democracia inventada en Grecia. El gobierno alemán de la cancillera Merkel exclama “Más Europa!” con la intención de reforzar su control. Habla de más unión fiscal y bancaria, de un ministro de Finanzas y un presidente de la Unión Europea por elección directa, pero lo hace en plena recesión y tras acumular un enorme escepticismo alrededor de la política practicada por las instituciones de Bruselas.
La Unión Europea no ha creado un demos entre sus habitantes, adolece de importantes discrepancias internas y de una enorme lentitud en la toma de decisiones vitales. No dudo ni por un solo instante que Europa es la gran oportunidad de todos, la gran oportunidad de supervivencia del modelo democrático, pero hasta hoy los responsables europeos se han mostrado incapaces de los grandes pactos indispensables para salvar la situación. Cada uno mira para sí, para su “soberanía”, desmentida por la globalización de los mercados. La Unión Europea se encuentra actualmente en cuestión igual que la democracia.

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