Amante de las caminatas por los paisajes provenzales, solía utilizarlas para poner a prueba, en voz alta, los poemas en gestación. El próximo 19 de febrero se cumplen 25 años de la muerte de René Char, sobrevenida en París, aunque vivió casi toda su vida en Isle-sur-la-Sorgue, cerca de Aviñón, el pueblo natal que él desembarazó de la confitería de la Provenza de acuarela a la que los forasteros del norte acuden para administrarse una transfusión de sol o de luna de galleta empavesada de lentejuelas. A la Provenza del cliché él le dio una pasión que no es la del cliché. No era un poeta de salón. Tenía un sentido moral del paisaje y conocía los enigmas de la armonía. Tras el aspecto
de cíclope esquinado, de campesino fervoroso del rugby (el personaje media 1,92 metros, calzaba el número 47 y presentaba una enorme mandíbula de Polifemo), vivía una de las voces más líricas y renovadoras. Aunque la lírica, como la belleza, resulte extremadamente inclasificable.
de cíclope esquinado, de campesino fervoroso del rugby (el personaje media 1,92 metros, calzaba el número 47 y presentaba una enorme mandíbula de Polifemo), vivía una de las voces más líricas y renovadoras. Aunque la lírica, como la belleza, resulte extremadamente inclasificable.
El localismo meridional no siempre fue de cartón-piedra. Él lo demostró. Alternó el curso del año entre la tierra natal y el hervidero cultural de París, mientras desembarcaban en la Provenza los descubridores del clima que hace manar vino y miel en cada pueblo, la tierra prometida de la propiedad inmobiliaria a precios golosos. Lawrence Durrell, instalado en Sommières, produjo su Quinteto de Aviñón, cinco novelas más bien tibetanas. Peter Mayle, más utilitario, vendió cuatro millones de ejemplares del libro Un año en Provenza, crónica de su aclimatación al villorrio de Menerba, una caricatura de los rústicos locales, una elegía sesgada del mundo rural. René Char prefirió la verdad desnuda. En algunas ocasiones su poesía puede parecer hermética, escrita en una época de vanguardias dominadas por la abstracción. En uno de sus aforismos agudos, aéreos, fulgurantes como una flecha, dibujados con la precisión de una punta seca, Char dijo, como un nuevo Heráclito: “La lucidez es la herida más cercana al sol”...
En 1928, a los veinte años, editó a cuenta de autor el primer poemario, Las campanas en el corazón. Al año siguiente publicó el poemario Arsenal y lo envió por correo a Paul Eluard para pedirle la opinión. Eluard se mostró entusiasmado, le invitó a París, le acogió en su casa y le introdujo entre los surrealistas. Naturalmente, Eluard fue invitado a Isle-sur-la-Sorgue, donde retuvo la frase de un campesino: “No comprendo todo lo que escribe el señor Char, pero comprendo todo lo que hace”. En agosto de 1930 Char acompañó a Eluard a bordo del buque Catalani, en ruta de Marsella a Barcelona, para visitar en Cadaqués al amigo surrealista Salvador Dalí, compañero de fatigas parisinas. La mujer de Eluard, Gala, inició a raíz de aquel viaje la relación con el pintor ampurdanés. El grupo se alojó en el Hotel Miramar, donde coincidieron con René Magritte y su mujer Georgette, mientras Luis Buñuel residía en casa de la familia Dalí. En 1934 las Editions Surrealistes le publicaron el poemario Marteau sans maître, ilustrado por Kandinsky (en ediciones posteriores por Joan Miró) y que se convertiría en una obra clásica de música contemporánea compuesta por Pierre Boulez. Aquel mismo año rompió con los surrealistas y regresó a vivir a Isle-sur-la-Sorgue.
En 1936 decidió pasar la convalecencia de una septicemia en una casa arrendada en Cereste, en la misma comarca provenzal. Sería su refugio al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, después de que la policía del régimen de Vichy registrase la casa familiar de Isle-sur-la-Sorgue para detenerle, acusado de subversivo. En noviembre de 1941 la Wehrmacht invadió también la zona sur de Francia y René Char se incorporó a la Resistencia activa. “Maté a algunos cabrones por necesidad militar y cívica en 1940-44. No me enorgullezco de ello, hay demasiados cabrones supervivientes que les prolongan y les superan. Ahora estoy en contra de la pena de muerte, no soluciona nada”, declaraba en 1950. Verse convertido a la Liberación en un respectado héroe de la Resistencia no le impidió retirarse de nuevo a Isle-sur-la-Sorgue para dedicarse a la poesía. Las dos obras escritas durante el conflicto, Tan solo subsisten y Las hojas de Hipnos, fueron sus primeros éxitos editoriales, ayudado por la imagen pública de dirigente del maquis. El triunfo editorial le llevó a mantener la residencia en París una parte del año, alternada con la Provenza.
Invitado por Char, Albert Camus veraneó en Isle-sur-la-Sorgue durante tres años, antes de comprar con las ganancias del Premio Nobel una casa en el pueblo vecino de Lourmarin, donde sería enterrado tras el accidente de circulación de 1960. Se conocieron en les dependencias de la editorial Gallimard, en la histórica sede parisina de la calle Sébastien Bottin nro. 5. En 1983 Char fue el primer poeta vivo en ver editada su obra completa en el panteón de la colección La Pléiade. Maria-Claude de Saint-Seine, convertida hoy en Marie-Claude Char, conoció a su futuro marido el año 1976 en aquel despacho que había sido de Albert Camus en Gallimard, donde ahora trabajaba como joven redactora del departamento de prensa. El poeta la invitó a Isle-sur-la-Sorgue y ella se presentó al verano siguiente con los dos hijos de corta edad. Se casaron el 17 de octubre de 1987, a sus 80 años, poco antes de morir el 19 de febrero siguiente. “Solo tenemos un recurso ante la muerte, producir arte antes que ella”, escribió Char.
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