Este artículo también se ha publicado en eldiario.es, sección Catalunya Plural
Unos gritan alarmados contra el lobo del populismo, otros nos alegramos que haya surgido en la desarrollada Italia un movimiento político alternativo sin duda heterogéneo y forzosamente aun incoherente en algunos aspectos, pero cargado con la energía y los votos necesarios para poner en cuestión de modo franco el sistema partidista y mediático corroído. El Movimiento 5 Estrellas del cómico Beppe Grillo lleva tiempo ganándose en la calle con sudor una credibilidad que ahora se ha traducido en votos nada folklóricos, en
un país donde los cómicos siempre han jugado un amplio papel social desde la commedia dell’arte. Dario Fo posee el premio Nobel de Literatura y Roberto Benigni un Oscar al mejor actor, sin dejar de recitar a Dante ni de clamar las verdades actuales. Naturalmente que Beppe Grillo y su movimiento no guardan las formas tradicionales de la política, pero se trata precisamente de eso. Naturalmente que no disponen de un rodaje asentado como los otros grandes partidos, pero también se trata de eso. La aportación esencial de los “grillini” no ha sido tan solo su resultado electoral, ahora a escala de toda Italia, sino haber arrancado a Silvio Berlusconi el monopolio de la payasada y haberlo reconducido hacia un terreno mucho más noble y genuino. Los payasos, los cómicos, pueden decir sandeces simplistas o bien enormes verdades. Hay cómicos malos y cómicos buenos, así como los hay de derechas, de centro y de izquierdas. Es un matiz importante. En otros países, seguramente más trágicos, este papel social de los cómicos resulta más difícil de imaginar.
Unos gritan alarmados contra el lobo del populismo, otros nos alegramos que haya surgido en la desarrollada Italia un movimiento político alternativo sin duda heterogéneo y forzosamente aun incoherente en algunos aspectos, pero cargado con la energía y los votos necesarios para poner en cuestión de modo franco el sistema partidista y mediático corroído. El Movimiento 5 Estrellas del cómico Beppe Grillo lleva tiempo ganándose en la calle con sudor una credibilidad que ahora se ha traducido en votos nada folklóricos, en
un país donde los cómicos siempre han jugado un amplio papel social desde la commedia dell’arte. Dario Fo posee el premio Nobel de Literatura y Roberto Benigni un Oscar al mejor actor, sin dejar de recitar a Dante ni de clamar las verdades actuales. Naturalmente que Beppe Grillo y su movimiento no guardan las formas tradicionales de la política, pero se trata precisamente de eso. Naturalmente que no disponen de un rodaje asentado como los otros grandes partidos, pero también se trata de eso. La aportación esencial de los “grillini” no ha sido tan solo su resultado electoral, ahora a escala de toda Italia, sino haber arrancado a Silvio Berlusconi el monopolio de la payasada y haberlo reconducido hacia un terreno mucho más noble y genuino. Los payasos, los cómicos, pueden decir sandeces simplistas o bien enormes verdades. Hay cómicos malos y cómicos buenos, así como los hay de derechas, de centro y de izquierdas. Es un matiz importante. En otros países, seguramente más trágicos, este papel social de los cómicos resulta más difícil de imaginar.
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