Este artículo también se ha publicado en eldiario.es, sección Catalunya Plural
Ya me pareció, cuando los frecuentaba, que se producía un ballet discreto como de pasillos de “meublé” en los accesos a los comedores reservados de la planta baja baja y el primer piso del restaurante barcelonés La Camarga. Siempre entraban o salían con cara intrigante algunos conocidos o aspirantes, generalmente encantados de ser vistos. Además, todos mis reiterados almuerzos fueron grabados de principio a fin. El recurso al comedor reservado se justificaba precisamente por eso, fuera de la algarabía acústica de la sala general del establecimiento. La grabación la hacía yo mismo sin
ocultar la grabadora, puesto que iba por encargo de la editorial RBA-La Magrana a mantener las largas sobremesas que han dado pie a los últimos volúmenes de la colección de libros de conversaciones “Diàlegs a Barcelona”. Se han editado y por lo tanto no tengo inconveniente en confesar que comí allí tres o cuatro veces con cada una de las parejas de conversadores formadas por Antoni Esteve y Ferran Soriano, Jordi Camí y Ramon Folch, Carles Flavià y Manel Pousa, Josep M. Bricall y Jordi Nadal Oller. También utilicé esos ahora célebres reservados para un almuerzo con Isabel Coixet alrededor de un proyecto editorial que no prosperó. En cambio, comí por encargo de la misma editorial en la sala general del restaurante La Camarga, sin necesidad de reservado, con la jurista Encarna Roca, con el economista Martí Parellada, con el antropólogo Jordi Serrallonga y últimamente con la periodista y escritora Patrícia Gabancho. Seguro que me dejo algunos, pero es por simple mala memoria mía, no por deseo de ocultación. Para mis comidas de veras reservadas conozco lugares infinitamente mejores.
Ya me pareció, cuando los frecuentaba, que se producía un ballet discreto como de pasillos de “meublé” en los accesos a los comedores reservados de la planta baja baja y el primer piso del restaurante barcelonés La Camarga. Siempre entraban o salían con cara intrigante algunos conocidos o aspirantes, generalmente encantados de ser vistos. Además, todos mis reiterados almuerzos fueron grabados de principio a fin. El recurso al comedor reservado se justificaba precisamente por eso, fuera de la algarabía acústica de la sala general del establecimiento. La grabación la hacía yo mismo sin
ocultar la grabadora, puesto que iba por encargo de la editorial RBA-La Magrana a mantener las largas sobremesas que han dado pie a los últimos volúmenes de la colección de libros de conversaciones “Diàlegs a Barcelona”. Se han editado y por lo tanto no tengo inconveniente en confesar que comí allí tres o cuatro veces con cada una de las parejas de conversadores formadas por Antoni Esteve y Ferran Soriano, Jordi Camí y Ramon Folch, Carles Flavià y Manel Pousa, Josep M. Bricall y Jordi Nadal Oller. También utilicé esos ahora célebres reservados para un almuerzo con Isabel Coixet alrededor de un proyecto editorial que no prosperó. En cambio, comí por encargo de la misma editorial en la sala general del restaurante La Camarga, sin necesidad de reservado, con la jurista Encarna Roca, con el economista Martí Parellada, con el antropólogo Jordi Serrallonga y últimamente con la periodista y escritora Patrícia Gabancho. Seguro que me dejo algunos, pero es por simple mala memoria mía, no por deseo de ocultación. Para mis comidas de veras reservadas conozco lugares infinitamente mejores.
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