Jabalíes adultos con sus crías han alcanzado a nado la isla cadaquesense de Portlligat y se han instalado allí, como ha podido ser fotografiado. Algunas personas se sorprenderán de las habilidades nadadoras de estos animales, yo no. Pocos años atrás una embarcación zodiac de vigilancia marítima de la Guardia Civil encontró a un jabalí nadando tres kilómetros mar adentro de Arenys, después de que el temporal registrado tres días antes arrastrase al ungulado por la riera de la Tordera y el animal recorriese unos veinte kilómetros en el mar sin desfallecer. Subido a bordo de la zodiac, aun le quedaban fuerzas para embestir a los rescatadores. Hasta épocas recientes
la natación del jabalí solo habría sido creída como pura leyenda de bosque. Ahora ya no resulta ni siquiera insólito. Dos pescadores de caña que se encontraban a bordo de su bote frente al Golfet de Calella de Palafrugell también “pescaron” un jabalí vivo, probablemente despeñado del acantilado. El pesquero "Magallanes" del puerto del Serrallo tarraconense encontró a otro nadando a cinco kilómetros de la costa y en este caso la riada que probablemente lo arrastró desde la sierra de Prades se había producido una semana antes.
Un animal tenido por esquivo, que durante largos siglos simbolizó la ferocidad de la montaña, ahora invade campos de golf, se deja tocar por los practicantes de footing y penetra mansamente en centros urbanos a la búsqueda de residuos para comer. El 59 % de los accidentes de carretera provocados por animales salvajes o domésticos en Cataluña se deben hoy a los jabalíes. De la repoblación de determinadas especies a la superpoblación han transcurrido escasas décadas. La principal mutación ha sido la del hombre y su estilo de vida, del que los animales constituyen un tímido reflejo.
Los jabalíes mansos y nadadores atentan contra siglos de mitología. La leyenda de Didón y Eneas, narrada por Virgilio, arranca con una tremenda caza al jabalí capitaneada por ella. En el poema “Venus y Adonis”, Shakespeare habla de la contundencia del animal en su carrera: “Corre entre los arces y el ramaje tupido y todo se abre a su paso, como si le temiese”. Jacint Verdaguer orquesta el canto segundo del extenso poema "Dos màrtirs de ma pàtria o sia Marcià i Llucià" alrededor de la caza al jabalí que protagoniza la bella Aurelia hasta la cueva donde penetran el animal y la cazadora.
No queda nada del jabalí heroico, tal vez solamente su magnífico civet, de auténtica gravedad wagneriana cuando se sabe guisarlo, como tiempo atrás en el recóndito hotelito rural La Becasse d'Or, en Costoja (Vallespir), muy cerca de los bosques de Requesens en que transcurre la narración "Una caza al jabalí" de Carles Bosch de la Trinxeria.
Ahora el jabalí coloniza la isla cadaquesense deshabitada de Portlligat, un puerto “ligado” por esta isla que lo cierra. En ella viví suntuosos desayunos de cebolla y anchoa (más paté francés y embutido ibérico) con pan de la panadería cadaquesense de Ángel, una botella de vino y un puro habano, todo ello salido del cuerno de la abundancia transportado en una pequeña mochila por el amigo, guía y anfitrión Miquel “Quelet” Noguer, capaz de conducirnos hasta ahí a remo pese a la tramontana y hacernos recorrer toda la isla a pie antes de proceder al ágape, gracias a su agilidad de piernas, un conocimiento imbatible del terreno y un paladar igualmente muy bien entrenado.
Ahora el jabalí coloniza la isla cadaquesense deshabitada de Portlligat, un puerto “ligado” por esta isla que lo cierra. En ella viví suntuosos desayunos de cebolla y anchoa (más paté francés y embutido ibérico) con pan de la panadería cadaquesense de Ángel, una botella de vino y un puro habano, todo ello salido del cuerno de la abundancia transportado en una pequeña mochila por el amigo, guía y anfitrión Miquel “Quelet” Noguer, capaz de conducirnos hasta ahí a remo pese a la tramontana y hacernos recorrer toda la isla a pie antes de proceder al ágape, gracias a su agilidad de piernas, un conocimiento imbatible del terreno y un paladar igualmente muy bien entrenado.
Todas las antiguas construcciones de la isla de Portlligat fueron derribadas después de la declaración como parque natural. Los caminos se vieron borrados por la invasión del bálsamo o uña de gato (Carpobrotus edulis) y en poco tiempo esa planta tejió sobre la isla una tupida alfombra verde mucho menos poética de lo que podría parecer, dado que estrangulaba al resto de vegetación. Las gaviotas cagonas también se adueñaron del lugar. La parte más llana acogía antiguamente el único campo de fútbol de Cadaqués y algún huerto legendario. Ahora tendremos que convivir con los jabalíes, suponiendo que no los declaren incompatibles con el estatuto, tan teórico, de parque natural.
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