Más temprano o más tarde aparecerá el copioso epistolario erótico intercambiado entre Josep Pla y su amante Aurora, destinataria de las continuas cartas apasionadas y los repetidos viajes a Buenos Aires que puntean obsesivamente el libro Notes per a un diari. Aurora protagonizó a partir de 1940 toda la segunda mitad de la vida sentimental de un escritor que la ocultaba tras la máscara de misógino, cínico, anti-romántico o quizás simplemente de hombre débil y contradictorio. Toda la obra planiana es una ocultación de su relación amorosa con las mujeres, por un agudo sentido de la timidez o un sentimiento de fracaso. Podía sucumbir al lirismo de un paisaje, un personaje o un plato de guisantes, pero las efusiones se detenían en el umbral de la intimidad. Nada publicó sobre sus repetidos episodios amorosos, con la excepción de Aurora en Notes per a un diari, aunque los vivió abiertamente en su entorno de cada momento y fueron bien conocidos por el círculo de relaciones familiares y sociales. Si al final autorizó la publicación del dietario en que la enigmática “A.” hace reiterada aparición, fue a iniciativa del editor Vergés y de forma censurada. Decía haber conocido a Aurora en un
bar de camareras de Mataró. No escondía el hecho de amarla, convivir en La Escala y participar con ella en encuentros de amigos o reuniones con colegas del semanario Destino. En la vida real no lo escondió nunca, como tampoco luego con Consuelo Robles ni antes con Adi Emberg.
bar de camareras de Mataró. No escondía el hecho de amarla, convivir en La Escala y participar con ella en encuentros de amigos o reuniones con colegas del semanario Destino. En la vida real no lo escondió nunca, como tampoco luego con Consuelo Robles ni antes con Adi Emberg.
El traslado de domicilio de La Escala a Cadaqués en 1946 fue causado por la marcha de Aurora. La separación no era definitiva, porque siguieron viéndose en Barcelona, pero los cinco años compartidos en La Escala demostraban que la relación no pensaba ser consolidada por el escritor. Aurora decidió enfocar la vida por otros caminos y, finalmente, emigró en 1948 a Buenos Aires. La década de los años 40 es una de las etapas más determinantes, prolíficas y desconocidas de Pla.
Josep Martinell admitía en Josep Pla vist per un amic de Palafrugell: “Así como de Adi toda la vida evitó hablarme, de Aurora sé detalles porque él me los dio”. El erotismo crudo que asociaba al recuerdo y a las visitas a Aurora no constituye ninguna novedad en literatura. Los dietarios y epistolarios eróticos tienen una amplia tradición, forman parte de la obra de prestigiosos autores y han contribuido en ocasiones de forma extraordinaria a perfilar su figura.
Sin necesidad de remontar a los clásicos en materia de correspondencia eròtica como Choderlos de Laclos en Les liaisons dangereuses, se dan múltiples ejemplos contemporáneos reconocidos, como las célebres y pornográficas Cartas de amor a Nora Barnacle de James Joyce, el Journal particulier de Paul Léautaud o las Cartas a Gala 1924-1948 de Paul Eluard. Tenían a menudo una función masturbatoria y la correspondencia entre Josep Pla y Aurora, sobre cuyo intercambio continuo queda puntual referencia en Notes per a un diari, se inscribe en esta línea.
“Posiblemente le escribió 400 cartas, tal vez más. Esas cartas, de haberse encontrado, formarían un libro importante”, escribía Josep Martinell. En otro momento de su segundo libro sobre Pla, Martinell habla del ”probable millar de cartas” a Aurora. En cualquier caso, “fue la persona a la que dedicó más cartas durante su vida”, afirmaba el amigo. Esas cartas, muy sospechosamente, no se han encontrado hasta hoy, pese a que el escritor guardaba en el mas de Llofriu todos los papeles que recibía. En cambio las de su amiga suiza Lilian Hirsch fueron puntualmente encontradas y editadas. Estas sí, eran castas, cultas, románticas y escritas en francés.
El editor Josep Vergés admitió haber intentado localizar las cartas a Aurora enviadas por Pla a Buenos Aires a través del fabricante corchero palafrugellense radicado en la capital argentina Miquel Bigas, encargado de hacer llegar personalmente a la mujer las pequeñas ayudas económicas que le remitía el escritor. A todos quienes nos dirigimos a él con el mismo interés, Bigas sempre dijo, al menos en público, no saber nada.
Sin necesidad de remontar a los clásicos en materia de correspondencia eròtica como Choderlos de Laclos en Les liaisons dangereuses, se dan múltiples ejemplos contemporáneos reconocidos, como las célebres y pornográficas Cartas de amor a Nora Barnacle de James Joyce, el Journal particulier de Paul Léautaud o las Cartas a Gala 1924-1948 de Paul Eluard. Tenían a menudo una función masturbatoria y la correspondencia entre Josep Pla y Aurora, sobre cuyo intercambio continuo queda puntual referencia en Notes per a un diari, se inscribe en esta línea.
“Posiblemente le escribió 400 cartas, tal vez más. Esas cartas, de haberse encontrado, formarían un libro importante”, escribía Josep Martinell. En otro momento de su segundo libro sobre Pla, Martinell habla del ”probable millar de cartas” a Aurora. En cualquier caso, “fue la persona a la que dedicó más cartas durante su vida”, afirmaba el amigo. Esas cartas, muy sospechosamente, no se han encontrado hasta hoy, pese a que el escritor guardaba en el mas de Llofriu todos los papeles que recibía. En cambio las de su amiga suiza Lilian Hirsch fueron puntualmente encontradas y editadas. Estas sí, eran castas, cultas, románticas y escritas en francés.
El editor Josep Vergés admitió haber intentado localizar las cartas a Aurora enviadas por Pla a Buenos Aires a través del fabricante corchero palafrugellense radicado en la capital argentina Miquel Bigas, encargado de hacer llegar personalmente a la mujer las pequeñas ayudas económicas que le remitía el escritor. A todos quienes nos dirigimos a él con el mismo interés, Bigas sempre dijo, al menos en público, no saber nada.
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