Me llevé dos sorpresas en septiembre de 2007 al abrirse a la libre consulta la documentación acumulada por Josep Vergés Matas a lo largo de su vida de editor de Destino, comprada por la Biblioteca de Catalunya a la familia gracias a un mecenazgo de 50.000 euros de la empresa constructora Dragados SA. La primera fue que el fondo documental se encontraba previamente cribado, como confirmaba el hijo Josep C. Vergés en su libro publicado aquel mismo año Un país tan desgraciat: “Las fotos y documentos son propiedad de Josep C. Vergés y del archivo Josep Vergés Matas, donado por la familia a la Biblioteca de Catalunya, tras seleccionar el abundante material y manuscritos recopilados por el editor”.
La segunda fue que los cribadores dejaron colar a través la malla algunos documentos que quizás habrían apartado en caso de conocerlos mejor. Por ejemplo, tres fotos de épocas distintas de Aurora Perea Mené, la amante más persistente de Josep Pla, de la que se conocen poquísimos testimonios fotográficos (su identidad completa fue revelada en 1998 por Arcadi Espada, Anna Caballé y Beltrán Gambier). Las tres fotos de estudio no están identificadas con nombre ni referencia alguna y probablemente por eso pasaron el filtro. En posesión de Vergés, ninguna aparece en
Imatge Josep Pla, el álbum biográfico que el editor escribió e ilustró abundantemente tras la muerte del escritor, pese a hablar de la intensa relación entre Pla y Aurora, la enigmática “A” de algunos de sus dietarios.
Imatge Josep Pla, el álbum biográfico que el editor escribió e ilustró abundantemente tras la muerte del escritor, pese a hablar de la intensa relación entre Pla y Aurora, la enigmática “A” de algunos de sus dietarios.
Fue la pareja de Josep Pla durante cinco años de convivencia en La Escala entre 1940 y 1945 y, a continuación, la destinataria de centenares de cartas apasionadas remitidas por el escritor a su residencia de emigración de Buenos Aires. Hasta allí fue a reencontrarla en cinco viajes distintos entre 1958 y 1966, como queda obsesiva constancia en Notes per a un diari, donde la cita más de trescientas veces, a menudo solamente con la inicial “A”.
Toda la producción periodística y literaria de Pla, magmática y torrencial, se vio concentrada a partir de 1966 en manos de un solo editor, Josep Vergés, quien no se limitaba a publicar los originales que le entregaba el autor, sino que a veces intervenía de forma directa en la configuración de escritos y volúmenes.
La edición de la Obra Completa de Pla por Destino no consistió, como es costumbre, en poner orden en la producción del autor, jerarquizar y aclarar los títulos ofrecidos en versión definitiva. Al contrario, complicó extraordinariamente la producción planiana por la vía de una insólita acumulación de nuevos libros, sin dar explicación alguna sobre su procedencia, ya fuesen reelaboraciones de anteriores ediciones con títulos distintos, recopilaciones de artículos traducidos anónimamente del castellano por terceros o inéditos de factura reciente. El escritor magmático encontró a un editor que lo era más aun.
El carácter desordenado y acumulativo de la producción de Pla y también de la edición de Vergés permitió algunos efectos colaterales afortunados, como la publicación de los dos importantes volúmenes “en bruto” de Notes per a un diari, por la insistencia del editor ante la conveniencia comercial de alargar la Obra Completa.
En el mismo momento del fallecimiento de Pla, el prologuista de su Obra Completa de Destino, Joan Fuster, publicó a modo de necrológica un escrito sobre la necesidad de valorar los manuscritos publicados o inéditos del autor, que consideraba claves para descifrar incógnitas del personaje y del proceso de elaboración de su literatura: "En unos momentos determinados, y por razones que serían largas de explicar, tuve acceso a un volumen considerable de manuscritos de Pla. Algunos se han publicado, y no siempre de acuerdo con el original. Debe haber más papeles --estoy seguro, porque los leí-- que unas ciertas cautelas familiares o amistosas procurarán ocultar”.
No atender la petición de Fuster amargó la jubilación a Vergés. Un detallado relato del asunto puede leerse en mi libro Les preguntes pendents de Josep Pla. La biografía de Pla sigue siendo un misterio en aspectos importantes. Podría parecer que dedicó toda la producción a describir su vida y su visión de las cosas, los escenarios y personajes que conoció, aunque la apariencia autobiográfica del realismo memorialístico de Pla induzca a error con gran facilidad.
Su amigo palafrugellense Josep Martinell lo resumía con conocimiento de causa: “Toda su obra es una autobiografía en la que silenció más de lo que dijo”. Por eso los documentos del editor Vergés adquieren importancia. Después de su jubilación le visité en varias ocasiones en el domicilio de Pedralbes y en el mas de Pontós para mis indagaciones alrededor de la biografía de Pla, cuando se hallaba encastillado en su etapa numantina. En 1994 publiqué una larga entrevista con él, que ocupó dos páginas del diario La Vanguardia.
Josep Vergés falleció en Barcelona el 4 de julio de 2001, a los 91 años. El diario El País me pidió un artículo necrológico: “En la imagen proyectada por Pla, real o ficticia, muchos ingredientes procedían del dinámico planteamiento comercial de Vergés. En la actitud de este dominaba con frecuencia la admiración fraterna hacia su conciudadano, la convicción de ser su alter ego en la tierra baja de la ciudad y sus negocios. A partir de tal simbiosis resultó muy difícil saber dónde terminaba Pla y dónde comenzaba Vergés, incluso en la literalidad de las páginas del escritor. Una de las escasas ocasiones en que Vergés consintió en escribir y firmar un texto literario fue para trazar el apunte biográfico de su amigo desaparecido, en el volumen de cierre de los 45 tomos de la obra completa. No pudo evitar correr ligeramente alguno de los velos que anteriormente urdió sobre la vida y la obra de Pla, ni que fuese para mostrar el grado de dominio íntimo del personaje. Por aquellas rendijas empezamos los demás a introducir un aire renovado, que él juzgaba excesivamente turbulento".
Las fotos de Aurora que Vergés tenía no las publicó ni identificó. Tampoco las destruyó.
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