Las viejas damas dignas no son inmunes el paso del tiempo, simplemente lo llevan con más elegancia. Es el caso del veterano diario milanés Corriere della Sera, que sigo desde casi cincuenta años atrás con un interés incólume. Forma parte del mejor periodismo europeo. La primera vez que visité Milán gracias al tren, antes de que los numerosos vuelos low cost a los aeropuertos de Malpensa y Linate lo convirtiesen en un desplazamiento más asequible que ir a Puigcerdá, por ejemplo, estaba dispuesto a renunciar a recorrer el Duomo, la Scala, la Galleria Vittorio Emanuele, la torre Velasca, la escalinata de la Stzione Centrale, el Pirellone, el Castello Sforzesco y los Navigli, pero no a mis dos prioridades: ver la sede del Corriere della Sera ni que fuese desde fuera y, en segundo lugar, sentarme un rato en la obra culminante de los dos patios gemelos del renacentista Bramante, que hoy acogen el efervescente movimiento humano de una universidad. La sede del Corriere della Sera no tiene externamente nada de particular, menos aun bajo
la piogerella o la nebbia típicamente milanesas. Sin embargo me detuve ante ella como ante un templo, un monumento, un símbolo. Ha sido una cantera de grandes periodistas y grandes escritores. Su lectura nos enseñó a algunos aprendices del oficio que hacer periodismo no consistía en redactar gacetillas, como podía parecer entonces por aquí.
la piogerella o la nebbia típicamente milanesas. Sin embargo me detuve ante ella como ante un templo, un monumento, un símbolo. Ha sido una cantera de grandes periodistas y grandes escritores. Su lectura nos enseñó a algunos aprendices del oficio que hacer periodismo no consistía en redactar gacetillas, como podía parecer entonces por aquí.
En diciembre de 1986 el director del nuevo diario romano Repubblica, Eugenio Scalfari, anunciaba lo que llevaba esperando ardientmente durante diez años: “Les anticipo una noticia: el mes de noviembre Repubblica ha sobrepasado al Corriere, de un modo estructural y no episódico. Ahora ya es un hecho: 505.000 ejemplares de venta diaria en noviembre, contra 487.000 el Corriere y 405.000 la Stampa”.
Se acababa de producir il sorpasso más famoso de Italia, después del cinematográfico de Vittorio Gassman y del político, nunca consumado, del PCI sobre la Democracia Cristiana. La vitalidad de la prensa y las editoriales italianas es una delicia y un espectáculo que se ofrece por poco dinero cada día en el kiosco. En cualquier lugar del país puedo pasar el día leyendo diarios y revistas sin asomo de aburrimiento. Representa uno de los ingredientes paradisíacos del viaje a Italia
Actualmente el Corriere, controlado por la Sociedad bursátil RCS Mediagroup, pierde dinero (175 millones de euros durante los nueve primeros meses de 2013) y se ha zafado de la quiebra gracias a un aumento de capital de 400 millones. El capital de la sociedad está muy repartido, los socios no se ponen de acuerdo, se han registrado dimisiones en el consejo de administración y a finales de abril celebran la asamblea general que debe encarar el futuro.
La edición internacional del diario que se puede adquirir cada día en Barcelona es de un formato reducido. A veces compro uno de aquellos asequibles billetes aéreos low cost hasta los aeropuertos de Linate o Malpensa para leer en Milán el Corriere en su majestuoso formato sábana original. El Corriere envejece con una elegancia milanesa envidiable, indementicabile, si los accionistas no deciden lo contrario. “Un viejo amor no se olvida ni se deja, un viejo amor de nuestra alma sí se aleja pero nunca dice adiós”, proclama el bolero “Un viejo amor”, del compositor mexicano Alfonso Esparza Oteo, con letra de Adolfo Fernández Bustamante.
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