4 mar 2014

Aquí no tenemos cultura de las flores

El Mercabarna-Flor, abierto en 2008 en Sant Boi de Llobregat, ha perdido el 20 % de las ventas. Una quinta parte de sus 15.000 m2 disponibles se encuentran vacíos, también por la competencia del más consolidado Mercado de la Flor de Vilassar de Mar. Un país sin cultura de la flor, capaz de aumentarles el IVA del 8 al 21 %, pretende que convivan dos mercados mayoristas solo en Barcelona. En la pequeña Holanda, con menos habitantes que Cataluña, la horticultura ocupa el segundo lugar del sector agrícola, con el típico apartado de la bulbicultura (bulbos de flor). Es el tercer exportador agrícola europeo y no solo de tulipanes. En las afueras de Amsterdam, en el Wall Street de la flor
cortada que es la bolsa mundial de Aalsmeer, la cotización de la rosa, del crisantemo, del clavel, del lílium o del gladiolo se sigue por parte de los operadores igual como si se tratase de acciones de Telefónica. Al punto del mediodía, ya se han vaciado los 700.000 m2 de naves en vidriera donde las flores se acumulan desde la noche anterior. Por aquí circulan cada año 900 millones de roses, 250 millones de tulipanes, 200 millones de claveles, 100 millones de crisantemos.
La proximidad del aeropuerto de Schiphol facilita el rápido traslado cotidiano a los cinco continentes. Un lote de rosas marroquíes transita hacia Japón, igual como un contingente procedente de Francia puede ser revendido a los detallistas del mismo país de procedencia una vez seleccionadas, cortadas, pulidas y arregladas aquí. El país controla el 63% del mercado mundial de exportación de flores. 
Cada año ofrece una exhibición al público. Cerca de un millón de devotos desfilan del 22 de marzo al 20 de mayo por el Keukenhof, el parque floral más extenso de Europa, entre Amsterdam y La Haya, para presenciar uno de los grandes espectáculos de este mundo: la floración de 6 millones de bulbos (tulipanes, jacintos, narcisos) plantados cada año de forma distinta a lo largo de les 28 ha de parterres. El golpe de sangre de las liliacias en su instante de plenitud, la eclosión de colores en el momento más vivo provoca una iluminación de fe en la poesía de las flores. 
El Keukenhof es el camino de iniciación más eficaz para los tibios de espíritu ante la lírica de las flores. Convertirlas en una industria tan sólida como delicada, enraizada y evanescente a la vez, es uno de los ingredientes de la fascinación que inocula este célebre parque holandés. La jardinería --la botánica urbanizada—es uno de los indicadores sutiles del grado de civilización de cada lugar. Los holandeses han convertido las flores en una demostración de fuerza, un despliegue de cultura, de investigación y tecnología, en otro alarde de su dominio de la naturaleza. 
Los ingleses, por su lado, se aferran también a este imperio con la apoteosis floral del Chelsea Flower Show, del 22 al 26 de mayo. Los franceses van a la zaga con el festival internacional de jardines de Chaumont-sur-Loire, en plena región de los castillos del Loira. Aquí, en Girona tenemos el Temps de Flors, en Barcelona la Bienal Europea del Paisaje, el moderno Jardín Botánico de Montjuïc y el rosedal del Parque Cervantes en el extremo de la Diagonal, pero se habla mucho menos y las dimensiones son muy diferentes. 
Diez mil rosales en flor en un jardín público urbano es el fabuloso regalo que brinda cada primavera el concurso internacional de rosas nuevas en el rosedal del parque Cervantes barcelonés. El certamen permite conocer las novedades del sector, reúne a expertos en rosas del panorama internacional y otorga premios. Tras finalizar el concurso, el rosedal ofrece uno de los escenarios más agraciados y calmos de la ciudad, pese a encontrarse entre las densas vías de circulación de la Diagonal y los Cinturones de Ronda. La Word Federation of Rose Societies premió en 2009 el parque Cervantes como el mejor rosedal de la competición mundial de aquel año.
Este parque municipal fue creado en 1965 y remodelado posteriormente, con gusto exquisito, por la arquitecta paisajista Bet Figueras, pero el certamen anual del parque Cervantes no alcanza ni siquiera la proyección ciudadana del Girona Temps de Flors. Se lo merecería.

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