El catastrofismo apocalíptico y las risotadas de menosprecio con que ha sido recibida la elección por parte de 215.1417 votantes del (59,5% de los votos emitidos) del Partido Laborista británico a favor del veterano diputado izquierdista Jeremy Corbyn como nuevo líder han alcanzado un volumen tan exagerado que quizá presagien algún indicio positivo frente a la cómoda mayoría conservadora en el gobierno de Londres. Jeremy Corbyn es diputado laborista en la Cámara de los Comunes desde 1983. Se había distinguido hasta ahora por formar parte de las opciones minoritarias perdedoras, hasta que han empezado a
dejar de serlo con su elección. Casi todos los abundantes y lubricados analistas políticos se han apresurado a vaticinar que no tiene la más mínima oportunidad de victoria electoral en unas elecciones generales.
dejar de serlo con su elección. Casi todos los abundantes y lubricados analistas políticos se han apresurado a vaticinar que no tiene la más mínima oportunidad de victoria electoral en unas elecciones generales.
De momento la nueva corbymania ha dado el primer fruto con la elección del candidato más izquierdista del partido, Sadiq Kahn, para encabezar la lista a la alcaldía de Londres en las municipales del año próximo. La segunda prueba serán les elecciones en Escocia, también el año próximo, donde el laborismo tiene mucho terreno por recuperar. En tercer lugar, Corbyn ha confirmado que hará campaña a favor de permanecer en la Unión Europea en el referéndum que debe celebrarse antes de finales de 2017.
Junto a las numerosas descalificaciones que se han prodigado sobre el perfil del nuevo líder laborista, su elección no deja de confirmar la incipiente tendencia a favor de la izquierda alternativa en múltiples países. En este caso desde el propio interior de uno de los partidos socialistas más consolidados, y más responsables del giro a la derecha de la social-democracia que representó la “tercera vía” de Toni Blair a la hora de asentar los hachazos contra el Estado
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