2 ene 2016

Me pido una isla deshabitada en la carta a los Reyes

En estas fechas o en cualquier otro momento del año a algunos nos gustaría marchar a vivir por un tiempo en una isla deshabitada. Es un sueño menos descabellado, más viable de lo que podría parecer. El planeta Tierra, que en realidad debería llamarse Agua (las tres cuartas de su superficie son líquidas) está lleno de islas, también en Catalunya. La cantidad de islas de la Tierra es casi tan infinita como las estrellas del cielo. Y cada isla es un mito. Los atlas certifican unas 400.000, sin contar las fluviales (el meollo de Nueva York es la isla fluvial de Manhattan, como el de París lo es la Ile de la Cité, por poner unos ejemplos). Tan solo el
Mediterráneo hispánico suma más de 200 islas menores, al margen de la entidad de las Baleares y Pitiusas.
No debe pensarse solamente en confettis marítimos, dado que la isla de Australia tiene 7,7 millones de kilómetros cuadrados y la de Groenlandia 2,2 millones. Islandia se llama así porque reúne a 18.000 islas e islotes, el mismo número que Indonesia. Algunas primeras potencias mundiales son islas: el Reino Unido, el Japón... La ciudad de Venecia es una isla.
Reseguir los territorios insulares sobre mis papeles me despierta una fascinación infantil, una curiosidad insaciable. La atracción por las islas me arrastra periódicamente a emprender cabotajes fantasiosos hacia sus atmosferas yodadas y libres.
Alguien podría pensar que Catalunya es un país carente de islas. La verdad es que tiene un puñado, mal conocidas. En el delta del Ebro las islas fluviales de Buda, Sant Antoni, Gracia y Garxal han generado històrias sin fin. A lo largo del tramo catalán del Ebro, entre Flix y la desembocadura, se cuentan una veintena de islas fluviales. Una de las más pequeñas, la del Nap, al paso del río por Benifallet, se vendió en 2004 a través de una empresa inmobiliaria al precio de 94.960 euros, tras divulgar un anuncio que rezaba: "Preciosa isla en medio del río Ebro de una hectárea de terreno plantado de naranjos y casa de labranza".
Las Illes Formigues y las Medes forman parte de mi educación sentimental, del itinerario de mis sentidos, de la pureza de las emociones mezclada con otros ingredientes. La isla de Portlligat, en Cadaqués, se halla protegida actualmente como parque natural, a diferencia de la vecina isla privada de S'Arenella, tres veces más pequeña, que sigue siendo de propiedad privada como residencia secundaria de vacaciones. También era conocida por la isla de Rahola, la dinastía local del jurista, escritor y político Frederic Rahola Trèmols y su hermano médico y poeta Víctor Rahola Trèmols. Después se llamó de los Rivière, por el siguiente propietario. Ahora vuelve a ser la isla de S’Arenella.
La propiedad privada de algunas islas y por lo tanto su compra-venta ha sido una constante, en Catalunya y en todas partes. El año 1990 una agencia inmobiliaria mallorquina puso a la venta por 24 millones de pesetas S'Illeta, a setenta metros de la costa de Sóller, con una extensión no edificable de 33 hectáreas, sin suministro de agua dulce.
El mismo año se vendió la isla de Gallinara, en la costa amalfitana de Italia. Tres años más tarde ofrecían por 17 millones de francos franceses la isla Petit Ribaud, cerca de Porquerolles (Costa Azul), con una hectárea de superficie global, puerto privado y chalet de 235 metros cuadrados edificados. En 2007 se vendió la isla ibicenca de 6 hectáreas de Sa Ferradura, por un importe que la revista norteamericana Forbes cifró en 32,99 millones de euros (la de Tagomago, en las mismas aguas, había sido vendida poco antes por 7,5 millones de euros) y en las Canarias la isa de Montaña Clara por un precio de salida de 9 millones de euros.
No he podido aprovechar ninguna de estas oportunidades del mercado de la propiedad islómana. Para cuando pueda hacerlo, tengo mirado un agente inmobiliario alemán especializado en la compra-venta de islas por todo el mundo, con una media de veinte a treinta vendidas por él cada año.
El experto Farhad Vladi rastrea las posibilidades en los cinco mares del mundo. Actúa desde Hamburgo a través de la empresa Vladi Private Islands (VIP), con una cartera de 400 islas en oferta. Con frecuencia son caprichos de jet-set con cocotero y aguas turquesas, sin mayor transcendencia que la extravagancia, sobre todo si se mira desde mi perspectiva de islómano --o de aislado-- sin millones.
Me gustaría a pesar de todo instalar-me en una isla solitaria, ya no digamos llegar a ser su propietario. Tengo algunas de mis preferidas cuidadosamente medidas. Para mi representan una reducción a escala --ingenua y limitada si se quiere-- de las grandes islas de leyenda y los viajes fabulosos. Encarnan en el fondo de mi corazón la cotidianidad de la aventura y el descubrimiento, otro camino de iniciación, un sueño que rozo con los dedos, el territorio ulterior del paisaje de cada día.
Crecí con la visión de las islas Formigues como referencia de mi horizonte ampurdanés. Todavía en la actualidad me embobo ante ellas de vez en cuando, complacido, con una ilusión que procuro defender frente a los incrédulos y frente a mí mismo. Cualquier isla parece lejana, aunque se encuentre a dos millas de la costa.
Cada persona debería poder encontrar su isla dentro del casino global. En inglés la palabra island se aproxima mucho a I-land. En catalán illa se acerca a “ella”, que no deja de ser una otra isla, otro sueño permanente de media humanidad a propósito de la otra media.
Cada persona somos una isla, una maqueta del mundo, un efecto lupa, un territorio off-shore, una migaja confidencial de tierra emergida. Las islas imantan la imaginación, no me cabe duda. Su atracción nace seguramente del anhelo edénico de abrazar con las propias fuerzas al universo dislocado, lograr aislarse en una sola unidad de espacio, alcanzar la libertad de ser un hombre-isla y poder exclamar como Cyrano:

Bref, dedaignant d’être le lierre parasite,
Lors même qu’on n’est pas le chêne ou le tilleul,
Ne pas monter bien haut, peut-être, mais tout seul!

En definitiva, sin pretender ser hiedra paràsita
ni poder ser roble o tilo,
no subir mucho, de acuerdo, ¡pero solo!

El Fondo Heleno de Privatizaciones, nombre que adopta la agencia gubernamental encargada de la privatización masiva de compañías y bienes públicos de Grecia por imposición de la “troica” de organismos internacionales de acreedores, ha puesto oficialmente en el mercado inmobiliario internacional 47 islas griegas deshabitadas, como sistema de obtención de ingresos. Las arrienda mediante un contrato de 30 o 50 años, para evitar las críticas de venta del territorio nacional.
Grecia dispone de 6.000 islas, de las que 227 son habitadas (solo 22 tienen un censo inferior a los 150 residentes fijos). Algunas islas griegas de propiedad privada han estado siempre en venta en los catálogos on line de las dos principales agencias inmobiliarias especializadas, Private Islands Inc y Vladi Private Islands, por ejemplo la de Patroklos (320 ha a 50 km de Atenas) por 180 millones de euros. Un emir de Catar ha comprado recientemente la de Oxia (cerca de Ítaca) por 5 millones de euros.
La compra-venta de islas que en algún momento han sido registradas como propiedad privada es una constante, también en Catalunya, por ejemplo la de S’Arenella en Cadaqués o las baleares de S’Illeta en Sóller, Tagomago y Sa Ferradura en Ibiza. En un contexto histórico más general, la isla de Manhattan fue comprada el año 1606 por un colonizador holandés a los indios autóctonos mediante un lote de tejidos, collares y quincallas valorado en 24 dólares de la época, del mismo modo que España vendió las islas Carolinas y las Marianas a Alemania por 25 millones de pesetas en 1899.
Hoy las islas se compran y se venden de otra forma, a través de la economía turística y las propiedades de los extranjeros, favorecidos en su poder adquisitivo por situaciones económicas muy desiguales dentro de la propia Unión Europea. Es la diferencia entre la guerra militar y la guerra económica.
Opera igualmente la agencia Docastaway, del malagueño Álvaro Cerezo, que alquila islas deshabitadas a nàufragos de vocación temporal, ya sea en un ressort con todas las comodidades o bien en la versión salvaje más aventurera de refugios o cabañas con suministro asegurado de víveres, lancha de evacuación en caso de hartazgo y asistentes de supervivencia si es preciso. Su detallado catálogo, con los precios correspondientes por día, se puede consultar en Internet.
He dicho de buen comienzo que instalarse en una isla deshabitada resulta menos descabellado y más viable de lo que puede pensarse. Confío en que se admita como petición en la carta a los Reyes.

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