No he sabido encontrar ninguna explicación congruente a que la moderna biblioteca del barrio Fort Pienc barcelonés, junto a la Estació del Nord, lleve casi un año cerrada para reparar el falso techo defectuoso que cayó parcialmente el 15 de junio de 2015, sin causar daños personales. Todavía peor, me dicen que la finalización de las obras de reparación, prevista en mayo de 2016 en el cartel de la entrada, no significa necesariamente que vuelva a abrir entonces, tal vez en junio, si todo va bien... La dilación resulta más incomprensible aun teniendo en cuenta que se trata de un equipamiento público considerado modélico, laureado con el premio Ciutat de Barcelona de arquitectura el año 2003 de su inauguración, dentro de
una manzana de nueva construcción que incluye centre cívico, mercado, guardería, escuela, residencia de ancianos.
una manzana de nueva construcción que incluye centre cívico, mercado, guardería, escuela, residencia de ancianos.
La jefe de comunicación del Distrito del Eixample, Sira Garcia Bosch, aseguró en octubre de 2015: “Las obras comenzarán a mediados de diciembre [seis meses después del problema] y tendrán una duración de tres o cuatro meses”. No se ha cumplido. Ahora prevén que tampoco se cumplirá la fecha del cartel.
Que la moderna y averiada biblioteca pública de Fort Pienc sea una gota de agua en el océano de las centenares de bibliotecas públicas de Catalunya no resta importancia ni enigma a unas obras de reparación tan prolongadas. Las bibliotecas son uno de los equipamientos públicos mejor valorados por los ciudadanos y les queda mucho camino por recorrer en iniciativas de dinamización. La actual jefe del Servicio de Bibliotecas de la Generalitat, Carme Fenoll, acaba de recibir el premio Ressenya 2016 que concede la Asociación de Periodistas Culturales de Catalunya.
Estas joyas de la corona cultural y de la integración social en barrios y municipios no deberían verse enturbiadas por casos incomprensibles. En primer lugar, la ausencia de acuerdo durante décadas entre las administraciones para construir la nueva Biblioteca Central de Barcelona con capital estatal, solar municipal y gestión de la Generalitat.
En 1989 el ministro Jorge Semprún y el conseller de Cultura Joan Guitart firmaron el acuerdo, tras años de tanteos. En 1996 las tres administraciones decidieron oficialmente construirla en el Born, cerrado desde 1971, respetando los restos arqueológicos. En 2006 acordaron trasladar el proyecto a los terrenos adyacentes a la Estación de Francia.
En 2010 se presentó el proyecto arquitectónico y desde entonces se encuentra paralizado. Las fricciones, la falta de voluntad de entendimiento entre administraciones y en definitiva la incompetencia política ha impedido durante décadas una inversión cultural de primera importancia.
El día en que se construya y se abra al público, las autoridades nos deben una disculpa. Cuando vuelva a abrir la de Fort Pienc, a otra escala, también.
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