Ayer asistí a la colocación de la “primera madera” de un modelo alternativo de edificio de 6 plantas y 28 viviendas, promovido por la cooperativa La Borda, entre cuyos impulsores se cuenta mi hija mayor Helena Febrés Fraylich (en la foto). Está situado en la calle Constitución de La Bordeta, en un ángulo del solar de la antigua fábrica textil de Can Batlló, que fue el barco insignia del evasivo magnate Julio Muñoz Ramonet. El carácter alternativo no deriva solamente de la estructura de madera maciza de pino contralaminado procedente de la empresa Egoin de Gernika, que sustituye a los materiales clásicos. Deriva sobre todo de la forma inédita de financiar, proyectar, construir y gestionar el edificio por la cooperativa de futuros usuarios. No se
trata de ninguna comuna, este tipo de viviendas de uso personal y propiedad colectiva se halla consolidado en otros países.
trata de ninguna comuna, este tipo de viviendas de uso personal y propiedad colectiva se halla consolidado en otros países.
Diseñado por la cooperativa de arquitectos Lacol, los pisos son convencionales, al mismo tiempo representan un modelo alternativo de acceso a la vivienda. Alternativo, participativo, autogestionado, transformador, verde, solidario y magnífico.
El 60% de la financiación la aporta la cooperativa de crédito Coop57, el resto los propios socios con la entrada de 15.000 € y un alquiler mensual moderado de entre 400 y 600 € según las dimensiones de cada piso, así como la emisión de 800.000 títulos participativos de 1.000€ por parte de la cooperativa de crédito, todo ello al margen del sistema financiero convencional. La Borda recalca que constituye “una promotora autorganizada para acceder a una vivienda digna, una prueba piloto que no solo quiere levantar su propio proyecto, sino que desea extender el modelo y fomentar su repetición”.
Son unos pioneros, la primera cooperativa barcelonesa y del conjunto de España de viviendas en cesión de uso. El solar ha sido cedido por el Ayuntamiento de Barcelona por 75 años, a fin de promover este tipo de iniciativas ciudadanas. El derecho de uso del titular de cada piso también es de 75 años, aunque no lo pueda revender ni realquilar, para evitar la mercantilización o especulación que domina con tanta brutalidad el acceso a la vivienda, especialmente entre los jóvenes.
Ayer pusieron la “primera madera” de un proyecto orgullosamente político, en el sentido más noble y constructor que pueda tener el calificativo. Se levanta en una pequeña parte del enorme solar de Can Batlló (100.000 m2, más 38.000 de la antigua estación ferroviaria de Magoria), cuya resurrección pública ha sido una conquista del tejido vecinal de Sants.
Han luchado durante largos años a pecho descubierto por su rehabilitación. Se han dejado media vida en el empeño, comenzando por los currantes del veterano Centre Social de Sants. Sin embargo la parte del león del inmenso solar se la llevan las promotoras privadas de pisos, a precios y condiciones de mercado, sobre todo en el lado asomado a la Granvia.
Se construyen 670 nuevos pisos de promoción privada y 430 de protección oficial, que deben estar terminados en 2019. Ayer colocaron la “primera madera” del edificio de la cooperativa La Borda. Me procuró una gran satisfacción presenciarlo. Los pioneros siempre han sido minoritarios, al comienzo.
El edificio de la cooperativa La Borda demuestra que el derecho a la vivienda digna se puede materializar en contra de todas las dificultades. Es un modelo ganador, un acto de fe convertido en credibilidad construída.
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