Esta semana se cumple el cincuentenario de la Guerra de los Seis Días entre Israel y los países árabes vecinos. La victoria israelí significó la ocupación por la fuerza de nuevas tierras palestinas en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, después de las que ya ocupó en el momento de la fundación de Israel en 1948. La ONU ha reclamado en infinitas resoluciones la creación de dos estados en aquel territorio. Los palestinos, incluso el movimiento radical Hamás, lo acepta. Los israelís, no. De los 8,7 millones de habitantes de Israel, el 77% de la población
judía joven se reconoce actualmente de derechas y solo un 40% se declara laico. El actual gobierno es el más derechista de la historia de Israel y no se sostendría sin la participación de partidos religiosos ultraortodoxos que propugnan –y aplican-- el supremacismo judío del “pueblo elegido”.
En 1947 el ejército colonial británico se retiró unilateralmente de Palestina y la Asamblea General de la ONU recomendó formar dos estados, con la ciudad de Jerusalén bajo control internacional. La Resolución 181 cedía cerca del 55% del territorio palestino a los 600.000 residentes judíos de entonces, frente a la mayoría demográfica de1,2 millones de árabes.
La ONU se ha demostrado impotente desde entonces para aplicar sus resoluciones. Israel es el único país al que se ha permitido ignorarlas durante más de medio siglo sin recurrir a ningún tipo de sanción, como una recompensa de facto a la ilegalidad internacional que practica en nombre de sus intereses, Es el aliado preferente de Estados Unidos en la región petrolera y un cliente importante de la industria armamentística.
Cuando el gobierno laborista israelí negoció en 1994 los Acuerdos de Oslo para la creación de un estado palestino en los territorios ocupados a raíz de la Guerra de los Seis Días, la iniciativa costó la vida al primer ministro laborista Isaac Rabin i al presidente egipcio Anuar el Sadat, en sendos asesinatos cometidos por fanáticos, pese a significar la cesión a Israel del 78% del territorio palestino ocupado en 1948.
Para los sionistas, Palestina era una región geográfica, su bíblica tierra prometida. No existía como país independiente en el momento de su inmigración masiva. Golda Meir llegó a declarar: “Los palestinos no existen”.
Tan solo se necesitaba desplazar, de buen grado o por la fuerza, algunos centenares de miles de personas de la población árabe de la región palestina hacia las zonas vecinas de Jordania, Líbano o Siria, y dejar a una pequeña parte en minoría en Israel. Se produjo exactamente así, por la fuerza militar del ejercito israelí aliado con la principal superpotencia. Algunos dicen que Israel es el estado número 51 de Estados Unidos.
Hoy la ONU reconoce la existencia de 4,3 millones de refugiados palestinos, después de nuevas pérdidas de territorio en la guerra de 1967 y el crecimiento demográfico. Los palestinos siguen reclamando paz a cambio de territorio, la devolución de alguna parte de sus tierras a cambio del cese del conflicto. También siguen reclamando que no se confunda sionismo con judaísmo ni antisionismo con antisemitismo.
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