Ayer fui a escuchar en L’Auditori barcelonés el concierto para piano nro. 1 de Beethoven y la Grande Polonaise Brillante de Chopin interpretados por la joven y cotizada pianista china Yuja Wang, conocida por su talento y también por la desenvoltura vestimentaria en escena. Una respetable proporción de personas que pueden permitírselo utilizan sus encantos para atraer. Hasta ahí nada que no supiéramos. Cuando eso se aplica a intérpretes femeninas de música clásica, el puritanismo residual frunce el ceño. En su reciente interpretación del concierto para piano nro. 3 de Rajmáninov en el
auditorio de Los Angeles, Yuja Wang apareció con zapatos de talón de aguja y un vestido de raja lateral que en algunos momentos dejó ver los muslos más de lo que el público melómano habitual está acostumbrado. Al día siguiente el crítico del diario Los Angeles Times escribió: “Si el vestido hubiese sido tan solo un centímetro más corto, las autoridades tendrían que haber prohibido la entrada a los menores de 18 años”.
auditorio de Los Angeles, Yuja Wang apareció con zapatos de talón de aguja y un vestido de raja lateral que en algunos momentos dejó ver los muslos más de lo que el público melómano habitual está acostumbrado. Al día siguiente el crítico del diario Los Angeles Times escribió: “Si el vestido hubiese sido tan solo un centímetro más corto, las autoridades tendrían que haber prohibido la entrada a los menores de 18 años”.
La pianista aun añadió –mejor dicho, restó—al siguiente concierto en el Carnegie Hall. El cronista del la revista cultural neoyorquina The New Criterion señaló con exageración que el vestido “apenas le cubría el culo”.
Por fortuna nadie discute que toca bien. En Barcelona lo sabemos desde su primer concierto de 2012 al Palau, cuando con 24 añitos se lució con les “Siete fantasías” de Brahms, el 2013 en L’Auditori con las sonatas de Scriabin, en 2015 de nuevo en L’Auditori con el concierto nro. 1 para piano, trompeta y orquesta de Shostakóvich junto a la joven trompetista titular de la OBC, Mireia Farrés, que no se queda corta en atractivo, aunque iba más tapadita y menos ceñida (foto adjunta).
Ayer Yuja Wang también salió a escena con el consabido vestido cortísimo y un escote dorsal que llegaba claramente a renal, aunque lo que quiso mostrar sobre todo al público es que puede patronear tanto los abruptos cambios armónicos del joven Beethoven cuando empezaba a abandonar la influencia de Mozart y Haydn como los contrastes de la Grande Polonaise Brillante, que arranca con el intimista y solemne Andante spianato para desembocar en la pompa que le da nombre. Fuera de programa, concedió hasta seis bises.
Algunos opinarán que la lírica del fraseo rítmico de Yuja Wang es más ligera que densa y profunda en matices, sin embargo el efectismo de la prodigiosa rapidez de digitación en algunos temas no debería eclipsar la sutileza deslumbrante, táctil, lúcida y vital de esta pianista en otros movimientos lentos, cuando se revela capaz como ayer de colocar cada nota en su propia suspensión aérea.
Yuja Wang es una joven virtuosa y le gusta lucir al piano el encanto de su juventud. Yo no se lo reprocharía. La aplaudiría, como hice ayer.
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