Oficialmente llegará el 20 de marzo, sin embargo ayer al mediodía por la calle, a la hora de la primera mani, me pareció sentir en los poros de la mejilla un incipiente aire de primavera. Poca cosa, una sensación tenue aunque clara, sin confusión, el presentimiento tibio de un vuelco atmosférico cumplidor. Detuve un instante el paso, arrobado. Hay detalles del aire del día que merecen una pausa. Respiré hondo para confirmar que no era una pulsión lírica mía, una predisposición personal, un wishful thinking invocado a título propiciatorio. No, no lo era. Se trataba de un soplo de aire de primavera, un temblor ceñido al principio de realidad, un clima más endulzado de aristas, menos bronquítico que las semanas anteriores. Lo saludé con
un brinco del corazón, sin confiarme del todo, pero saboreando su punto acerado de vitalidad.
La primavera está a la vuelta de la esquina. El aumento de la claridad diurna y el ánimo biológico más despierto nos inducirán a impulsos más igualitarios, mientras otras personas caen en la astenia primaveral o las irritaciones alérgicas.
un brinco del corazón, sin confiarme del todo, pero saboreando su punto acerado de vitalidad.
La primavera está a la vuelta de la esquina. El aumento de la claridad diurna y el ánimo biológico más despierto nos inducirán a impulsos más igualitarios, mientras otras personas caen en la astenia primaveral o las irritaciones alérgicas.
Las golondrinas harán aparición para encontrar su nido de barro del año anterior en el alero de los tejados. Los sembrados empezarán a lucir un vello púber. Los márgenes de algunos caminos de bosque que conozco se tapizarán de violetas. Las matas de habas despuntarán su flor blanca.
En una ocasión François-René de Chateaubriand quedó fascinado ante una mata de habas. Dentro de su estilo, escribió en las Memorias de ultratumba: “Una mata de habas en flor exhalaba un aroma fino u suave de heliotropo. Este perfume no respirado de la belleza, no depurado en su interior, no repandido en sus rastros, este perfume cargado de amor, de cultura y de mundo contenía todas las melancolías, las añoranzas de la ausencia y la juventud”.
Ayer sentí en la mejilla la premonición de todo eso y me pareció un indicio solvente. Aunque fuese tan solo un instante, la sensación de que el aire empezaba a girar me alegró el día. Recordé que en alguna vez un niño preguntó al novelista austríaco Joseph Roth por qué escribía. Él le contestó: “Para que llegue la primavera”.
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