24 dic 2018

Cuento de Navidad: la República, la Yoli y la Guineueta

La salida de la estación de metro Llucmajor (Línea Amarilla) me estampa contra el monumento a la I República que se alza en la plaza, un desnudo femenino alegórico de grandes dimensiones, una madonna laica y feminista, obra del escultor Josep Viladomat. Levanta el brazo izquierdo enarbolando las hojas de laurel que simbolizan la victoria, tal vez la paz, la piedad y el perdón. El sol mañanero imprime al bronce un destello más vivo. Miro a la República a los ojos y le dedico una jaculatoria. Acto seguido enfilo el Paseo de Valldaura, un amplio bulevar que suma cuatro hileras de magnolios, chopos y palmeras. Sigo a las amas de casa que tiran del carrito de la compra y en seguida me sitúan ante el portal renovado del mercado de la Guineueta. En el centro del recinto veo la larga barra del Bar Yolanda llena de platos en exposición. Una chica rubia trastea en los fogones de espaldas al público. Entonces pronuncio la contraseña: “Buenos días, Yoli”. Ella se gira, me lanza una mirada amable detrás de las gafas de montura negra de carey y me ofrece la mejor sonrisa de bienvenida, sin dejar de revolver la sartén o la cazuela. Me fijo inevitablemente en el plato que está ultimando en aquel momento, aunque todos los demás de la barra también los ha cocinado ella desde las cinco
de la madrugada. Salvo tal vez el cap i pota, que siempre sabe mejor al día siguiente.
Elijo la tortilla de manzana sin patata que la Yoli borda como una obra maestra personal, ligera, esponjosa, casi etérea. Su marido o sus hijos me la sirven con unas rebanaditas de pan con tomate impregnadas del mejor aceite y una copa de cava. Puedo sentarme en la cómoda barra alargada o en las mesas de alrededor, incluso en la terraza del mercado si hace buen tiempo.
La Yoli no abandona ni un momento la posición en los fogones, pero escruta por el rabillo del ojo el resultado del plato una vez servido, el grado de satisfacción del cliente. Yolanda Ferrer Pérez me cuenta mientras sigue cocinando que, junto a su marido Paco Martín Prada, abrieron este bar en el momento de la penúltima renovación del mercado, en 1999, y no han parado desde entonces. Todo lo cocina ella, eso salta a la vista. Es una de las mejores casas de comidas de la ciudad.
Salgo complacido del mercado de la Guineueta. Observo las cuatro hileras de magnolios, chopos y palmeras del Paseo de Valldaura. Miro de nuevo a los ojos a la estatua de República y compruebo que esboza en los labios la misma sonrisa que la Yoli y yo.

0 comentarios:

Publicar un comentario