Desde primeros de febrero tenía comprado el billete de avión y la reserva hotelera para pasar unos días en Nápoles. No podré ir, perderé el importe abonado del viaje. En las actuales circunstancias sería demasiado burdo referirse a la célebre frase que en otras épocas fue justo demasiado romántica: “Vedere Napoli e poi morire”... La expresión consagrada por el uso tradicional se refería a la belleza imposible de superar de la bahía urbana más acreditada del mundo mediterráneo, pero estos días adopta otro carácter más prosaico, más materialmente letal. Dentro de mis pasiones italianas arraigadas, que practico con fe inconmovible, la de
Nápoles tiene carácter predilecto por un sentido de reconocimiento hacia la gran capital del sur, tan desdeñada por el destino, es decir por la política del moderno Estado italiano.
Nápoles tiene carácter predilecto por un sentido de reconocimiento hacia la gran capital del sur, tan desdeñada por el destino, es decir por la política del moderno Estado italiano.
Nápoles fue una gran capital europea a la altura de París o Londres. Entre las incontables potencias exteriores que la ocuparon y gobernaron, el recuerdo del rey Alfonso el Magnánimo de la corona de Aragón no es el más ingrato. Eligió vivir aquí en un momento de esplendor del siglo XV, hoy evocado en el gran portal en mármol esculpido del Castel Nuovo.
En Nápoles en general, los perdedores de la historia suelen pagar su suerte con un montón de clichés caricaturescos que la versión oficial de los vencedores les adjudican para justificar su superioridad. La caricatura de la ciudad de Nápoles se ha visto muy cargada de tintas, pero aun no ha podido disolver el carácter maltratado de gran capital del sur.
Estos días los napolitanos confinados en sus casas por la pandemia han salido a los balcones a cantar juntos a una hora determinada, como en otras ciudades italianas. En Nápoles una de las canciones que han elegido para corear es la de Francesco de Gregori “Viva l’Italia”, que resume a la perfección su situación y la mía, su amor y el mío:
“Viva l'Italia, l’Italia liberata, l’Italia del valzer e l’Italia del caffè, l’Italia derubata e colpita al cuore.
Viva l’Italia, l’Italia che non muore, viva l’Italia presa a tradimento, l’Italia assassinata dai giornali e dal cemento, l’Italia con gli occhi asciutti nella notte scura.
Viva l’Italia, l’Italia che non ha paura, Viva l’Italia, l’Italia che è in mezzo al mare, l’Italia dimenticata e l’Italia a dimenticare, l’Italia metà giardino e metà galera.
Viva l’Italia, l’Italia che lavora, l’Italia che si dispersa e l’Italia che s’innamora, l’Italia metà dovere e metà fortuna.
Viva l’Italia, l’Italia sulla luna. Viva l’Italia, l’Italia del 12 dicembre, l’Italia con le bandiere, l’Italia nuda come sempre, l’Italia con gli occhi aperti nella notte triste, Viva l’Italia, l’Italia che resiste”.
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