8 may 2020

La tierra produce uva, el vino lo inventan los humanos

Una viña no es nunca una plantación natural. En su origen era una liana que trepaba a los troncos de los árboles y el hombre primitivo la sacó del bosque para explotar mejor su fruto. La viña, por lo tanto, es un invento de los humanos. La tierra no produce vino, produce uva. La transustanciación de la uva en vino –el proceso de vinificación—es cosa de los hombres y las mujeres que hacen bebible el fruto con mil matices distintos, según la tradición, los conocimientos y los intereses de cada uno. El ingrediente más importante del vino son las personas que deciden dónde y cómo lo elaboran (la tierra, el clima, el precio). Y también –o sobre todo-- las personas con quien el destinatario final lo bebe una vez servido en la copa, la calidad del
momento. Cuenta mucho el humor del día, la predisposición del comensal y la compañía. Algunos grandes amantes del vino no beben nunca cuando están solos, no les gusta. El vino es un coloquio entre la naturaleza y las personas, nunca un monólogo.
La viña y el vino contienen una carga simbólica especial porque intuimos los matices infinitos que ofrece la fermentación alcohólica del mosto. Sin la expresión varietal no hay emoción, sentimiento ni memoria. El abanico de calidad de los vinos es inacabable precisamente porque respeta la expresión de cada tierra y cada cosechero, quizás también porque resulta imposible definir la calidad de forma unívoca.
Cada grano de uva es un minúsculo –pero entero-- globo terráqueo, una obra maestra de la ingeniería de la naturaleza, un núcleo irradiante de belleza y gozo. Un grano de uva, un grano de trigo o una aceituna son aparentemente poca cosa, pero en su manera de asociarse contienen in nuce la plenitud, el secreto de la vida inteligente.
Es muy posible que un ciudadano mediterráneo tome diariamente café y coma chocolate sin haber visto jamás una planta de cafè ni una mata de cacao, tan características en otras latitudes. En cambio la viña forma parte de su paisaje familiar, histórico y actual.
Cuando la complejidad es capaz de destilar una genialidad, entonces materializa un sueño, focaliza el prodigio, expresa la alegria de contribuir a una concepción del mundo y descifra el misterio del eterno contraste entre el arte y la vida. El vino es la madre de las bellas artes, el carácter de un territorio, la filosofía del genius loci, la profanación de un secreto de los dioses, la fotosíntesis del saber y el sabor combinados con el sudor.

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