1 oct 2020

Búhos y lechuzas: no los vemos, pero están

Es muy difícil aguantarle la mirada a un búho real, un búho común, una lechuza, un autillo o un cárabo --cinco pájaros emparentados-- por la potencia de sus ojos y porque difícilmente se dejan ver por los humanos, salvo en cautividad como en la foto adjunta. Eso no significa que no estén y nos miren. Más que una visión estereoscópica (esa también la tenemos los humanos) o capacidad de integrar en una sola imagen tridimensional, en relieve y con cierta profundidad las dos imágenes que nos llegan por cada uno de los ojos, se trata del poder hipnótico y feroz en apariencia de sus ojos desorbitados, de color naranja subido y luciente, aunque sea un atributo puramente legendario. En realidad sus grandes glóbulos oculares no son capaces de ningún movimiento dentrode la órbita, como sí hacemos los humanos (a cambio, pueden girar
la cabeza hasta 270 grados, a diferencia de los humanos). Vistos de cerca destacan por la prominencia y el cromatismo de sus ojos, pero son aves nocturnas que se guían sobre todo por el oído finísimo, capaz de detectar el paso de un ratón, un conejo, una perdiz o una torcaza y cazarlos sin apenas necesidad de verlos.
La fuerza de la mirada del búho real, el búho común, la lechuza, el autillo y el cñarabo es un mito, un mito atractivo. Las actuales monedas de un euro acuñadas en Grecia llevan la efigie de la lechuza, porque era el símbolo distintivo de la diosa protectora Atenea, de la que toma el nombre la capital.
En Catalunya viven de forma estable en zonas aisladas (cerca de un centenar de voluntarios cuentan cada año las parejas que anidan en el cabo de Creus, actualmente una quincena). Suelen cantar durante las noches largas y crudas de invierno, cuando se aparean, con un característico aullido grave y corto. Son más fáciles de escuchar que ver.

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