El pasado sábado se estrenó, con más de veinte años de retraso y varios escándalos de corrupción, el proyecto MOSE de compuertas mòviles en las tres bocas naturales de la laguna de Venècia para impedir el paso a las mareas excepcionalmente altas que cada otoño inundan el centro històrico. Italia no solo es uno de los países más destacados en belleza artística, también en desidia de la administración pública ante tal patrimonio. La sigla MOSE significa Módulo Experimetal Electromecànico, pero fue adoptada por que en lengua italiana coincide con el nombre bíblico de Moisés, que separó las aguas del Mar Rojo. La obra de ingeniería hidráulica se aprobó en 1988 y llenó muchas bocas, aunque permanecía ausente de las tres bocas de entrada del mar que debía regular en la laguna veneciana. Las obras arrancaron en 2004. Estaba oficialmente previsto que culminaran en 2012. Los incontables gobiernos que se han sucedido en Roma lo han aplazado hasta el pasado sábado.
Antes del proyecto MOSE ya se lanzaron repetidas campañas internacionales para salvar Venecia. El patriarca del periodismo italiano moderno, Indro Montanelli, sostenía que el único proyecto eficaz sería declararla extraterritorial, fuera de la indolencia de la gestión pública italiana.
Algunos espíritus sombríos quisieran hacernos creer que la decadencia y el lento hundimiento representan el carácter sublimado de Venecia. No es cierto. Venecia ha debido luchar a lo largo de la historia contra múltiples invasores, incluidas las inundaciones de la acqua alta. Su victoria ha consistido en extirpar de la retina de todo el mundo las imágenes de pacotilla sobre la supuesta condición de ciudad agónica, sumergida un poco más cada día en su tumba de agua. Las soluciones se encontraban perfectamente estudiadas, proyectadas, aprobadas y pendientes de aplicar hasta el pasado sábado.
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