En el instante de subir el otro día al escenario del Auditori de Girona para recibir el premio Carles Rahola de ensayo entre aplausos del público (una situación inusual para mi), cambié de repente el breve discursito que llevaba preparado mentalmente. Improvisé a fin subrayar dos cosas que se acababan de producir sobre aquel escenario. En primer lugar, el hecho de que que pocos instantes antes la Coral de Banyoles hubiera decidido que una soprano cantara la célebre aria de tenor “Nessun dorma”, de la ópera de Turandot, porque de vez en cuando es bueno mirar las cosas desde una perspectiva y un tono diferentes. En segundo lugar, hice mías las palabras que acababa de pronunciar, para
darme paso ante el micrófono, la miembro del jurado que me concedió el premio, Mita Casacuberta, biógrafa y estudiosa de Víctor Català.Reunir en un mismo instante escénico a dos estudiosos de Josep Pla y de Víctor Català me pareció de forma espontánea la oportunidad de manifestar públicamente que aquellos dos autores ampurdaneses, vecinos y coetáneos, se ignoraron olímpicamente --incluso se les considera antagónicos-- y que también en este punto es bueno de vez en cuando mirar las cosas desde una perspectiva nueva.
En su época, no hace tantas décadas, la mentalidad social dominante era mucho más machista que la actual. No siempre nos damos cuenta del camino recorido en este terreno. Sin embargo, focalizar la distancia entre Josep Pla y Víctor Català en una cuestión de género sería hoy otro error de la actual mentalidad dominante, como una fatídica ley del péndulo. Me aplaudieron de nuevo, con cortesía.
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