Ayer queríamos hablar de trenes con el ingeniero y escritor Jordi Font-Agustí y fuimos a comer al lugar indicado. Cuando la Estación de Francia funcionaba a pleno rendimiento, muchos viajeros tomaban a la salida el atajo más cercano a los andenes, hacia la calle lateral que lleva el nombre de Ocata (era la terminal del tren de Mataró y una de las estaciones de su recorrido era la de Ocata). Aquella salida secundaria se veía muy concurrida. Frente por frente Josefa Chiquillo abrió en 1924 la casa de comidas La Estrella. Acababa de enviudar y tenía ocho hijos. Traspasó la lechería que regentaba en la vecina plaza Palacio y se endeudó para abrir este negocio, hoy renovado y dirigido por la cuarta generación de la familia: Jordi Baidal en las mesas y su
mujer Pepi Villada en los fogones. Ahora la calle lateral lo parece más que antes. Esta es quizás una de las razones por las que el restaurante La Estrella no figura entre los mejores de la ciudad, aunque lo sea. También es uno de los más confortables, con una clientela fidelísima a su cocina familiar puesta al día. En estas fechas propone una “Carta de reencuentro” que es toda ella poesía pura, como el arroz de setas y carpaccio de gambas y su especialidad en bacalaos, lo que pedí ayer. Comimos primera en el restaurante La Estrella. El establecimiento no tiene ninguna estrella Michelin, pero nos pareció que tenía muchas otras del cielo, empezando por la consolidada de su gentilicio.Y al final no hablamos de trenes.
0 comentarios:
Publicar un comentario