Uno de los problemas en que la administración pública ha demostrado mayor incompetencia las últimas décadas es la lucha contra la desaparición de la arena de las playas después de los temporales. Cada año se tiran al mar millones de euros del presupuesto público para aportar arena de drenaje a las playas menguantes, que el temporal siguiente se llevará de nuevo. No afecta tan solo a la comarca del Maresme, las playas de Barcelona, las de Sitges o el delta del Ebro. La incompetencia se sitúa en la falta de coraje para reconocer que la culpa no es de los temporales que siempre han existido, sino del rosario de más de cincuenta puertos llamados “deportivos” construidos con los pies (en Catalunya uno cada quince kilómetros en promedio) y otras promociones inmobiliarias litorales convertidas en barreras que impiden las corrientes marítimas de circulación de la arena.
Uno de los casos más estentóreos es el mastodóntico Hotel Vela, que impide la reposición natural de la arena en la playa barcelonesa de Sant Sebastià, hoy una pálida sombra de lo que fue después de los Juegos Olímpicos y antes de la inauguración del hotel. Las playas barcelonesas son los parques de una ciudad que tiene pocos y los paseos marítimos nuestros bulevares, escamoteados ahora por el encogimiento de las playas
En el Maresme el problema amenaza la línea ferroviaria que discurre paralela al mar, sin que ni siquiera eso haya llevado a un enderezamiento serio de la situación. En Sitges se están quedando sin playas. En el delta del Ebro, pese la fragilidad del equilibrio de la zona, no se ha hecho nada desde el temporal Gloria de un año atrás.
La erosión gana cada vez contra la regeneración de la arena, hasta que se afronte el problema estructural. Si la causa fuesen las olas, llevaríamos siglos sin playas. Los temporales no solo se llevan arena, también la devolvían cuando no topaban con nuevas barreras artificiales. Si pensamos en la cantidad de gobiernos que se han sucedido sin aportar una solución, a pesar de las evidencias técnicas y las promesas acumuladas, la carencia da pavor.
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