De una consolación a otra, si puede ser en Collioure, a orillas del mar

En plena época de consolaciones voluntariosas, guardo el glorioso recuerdo de haberme consolado muy bien en la ermita de la Virgen de la Consolación, a las afueras de Collioure, situada en un claro boscoso con generosas fuentes de agua cerca del mar. Los autóctonos celebran ahí sus romerías festivas, especialmente en fechas señaladas del 1 de mayo, el domingo siguiente al 15 de agosto y la fiesta patronal del 8 de septiembre, cuando acude la cobla y se bailan sardanas antes de prender las barbacoas. La capilla ha sido reconstruida en varias ocasiones, la última en 1975, y el alojamiento renovado. Dispone de una explanada con mesas y bancos para montar las cargoladas, perfumadas con el fuego de sarmientos. Desamortizada a tras la Revolución de 1789, la ermita pasó a propiedad de la asociación de vecinos de las Pabordes, que aun la regentan.
De los días vividos en Consolación guardé, de rebote, un interés por la advocación. En todo el país se venera esta Virgen, patronímico de las Consuelos. Ahora opera con el nombre de Consolación un hotel rural de lujo en Mont-roig (Matarranya). El famoso vino L’Ermita que Álvaro Palacios extrae del Priorat (de 2.000€ a 900€ la botella, según la añada) procede de la viña vieja que rodea la ermita de la Virgen de la Consolación, en Gratallops. La orden de monjas de la Consolación permanece activa en varios países. En París me acojo a veces a la calma de la bellísima capilla neobarroca de Notre-Dame de Consolation, cerca del puente del Alma, abierta todo el día, y con oferta de conciertos.
Consolación también es el título de distintos tratados filosóficos de Séneca, Cicerón, Plutarco y Boecio, así como un género de oratoria grecolatina destinado a confortar a los familiares en un funeral. Es igualmente un género musical, en que despuntan las “Consolaciones” de Franz Liszt para piano. La nro. 3 es una pequeña joya, igual que la ermita colliourense que fue la yesca de mi curiosidad consolatoria.