10 abr 2021

El dios Pan no compareció ayer en la basílica barcelonesa del Pi

Cualquier concierto musical en vivo es por definición una fuente probable de sorpresas pequeñas o grandes, sin embargo el que presencié ayer bajo la magnífica acústica nave gótica de la basílica barcelonesa del Pi superó la expectativa. Con el título “Despertando instrumentos dormidos”, era el broche de la campaña iniciada en 2017 por el músico Antoni Madueño de recuperación de los instrumentos musicales representados en piedra en el monumental portal románico de Ripoll, así como las partituras medievales transcritas en su scriptorium y en el archivo parroquial de Santa Maria del Pi. El grupo coral L’incantari estuvo acompañado por instrumentos de la época como la giga, la viola, el armonio portátil, el arpa, la rota (arpa-cítara), el corno. En cambio por cuestiones presupuestarias ayer no actuó la habitual flauta de Pan. Probablemente el primer instrumento con que el hombre primitivo hizo música fue una flauta de caña y la leyenda griega del dios Pan me sigue interrogando después de tantos siglos. Muchos de los instrumentos medievales han desaparecido o se han transformado. La flauta ha evolucionado y la de Pan ya solo forma parte de los repertorios folklóricos, pero subsiste.
La leyenda del dios menor Pan resulta inasible de tantas versiones como suma, igual que la mayoría de mitos griegos, aunque en sustancia la flauta que le caracteriza nació de su amor hacia la musa Siringa y por eso se la conoce igualmente como Syrinx polycalama (siringa de muchas cañas) o simplemente siringa.
Era el dios de los pastores y los rebaños que apacentaba con la ayuda de la flauta primitiva. Vivía en compañía de las ninfas en una gruta del Parnaso y formaba parte del séquito del dios mayor Dionisio. Se enamoró de la ninfa, quien prefirió rehuirlo lanzándose al río y pidiendo ayuda para camuflarse a las otras ninfas, que la transformaron en esbelto cañaveral. El dios Pan, desesperado, solo pudo abrazar amorosamente el cañaveral acunado por el viento y descubrir en aquel instante que varias cañas juntas producían una música mucho más atractiva que la suya. La flauta de Pan todavía suena, de vez en cuando.



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