4 dic 2015

El genio y la grandeza de la tragèdia griega y de una Medea de hoy

Ayer jueves me apresuré a ver en el Teatre Lliure la primera representación en Barcelona de la trilogía de tragedias griegas Edipo rey, Medea y Antígona, presentadas (solo durante tres días) por el Teatro de la Ciudad madrileño. Me tocó la Medea protagonizada por Aitana Sánchez-Gijón, en una adaptación teatral del director Andrés Lima de la obra seca y dura de Séneca a partir de la clásica de Eurípides. No es fácil versionar el genio y la grandeza de la tragedia grega ni dirigir una Medea, por más que la protagonista ponga toda su energía en escena de forma generosa. El resultado en
esta ocasión se encuentra descompensado entre el tour de force de Aitana Sánchez-Gijón y la errática puesta en escena.
Medea es el drama desgarrado de la madre que mata a sus hijos para vengarse del marido que la ha abandonado después de que ella le haya ayudado a culminar sus ambiciones. “Por ti he matado y he parido. Yo tu perra, tu prostituta yo. Yo, peldaño de la escalera de tu gloria ungida con tus excrementos, sangre de tus enemigos. Ningún crimen lo cometí por odio, sino por amor hacia ti. ¡No hay mayor dolor que el amor!”, proclama Medea. 
Estas obras que hoy identificaríamos demasiado expeditivamente con telenovelas de canal berlusconiano, cargadas de pasiones devoradoras, furores extremos, destinos hostiles, desgracias inexorables, cadáveres insepultos, raptos fatídicos, asesinatos truculentos, incestos, concubinatos, madres que matan a los hijos, hijos que matan al padre y se casan con la madre o hermanos que se matan entre ellos, se siguen representando 2.500 años después porque las retorcidas y sangrientas tragedias griegas divulgaban entre el público de su época lecciones cívicas y políticas derivadas de los nuevos planteamientos de la democracia inventada en Atenas. Lo siguen haciendo en alguna medida y per eso mantienen la vigencia. 
Las mujeres constituían en Atenas la mitad la población, pero no tenían derechos legales, no eran ciudadanas. Su papel descolló gracias al testimonio de las obras literarias. Hoy resulta evidente que Medea, Clitemnestra, Elena, Penélope, Lisístrata, Electra, Ifigenia, Hécuba, Fedra o Antígona encarnan aquella innovación de los valores democráticos con tanta o más precisión que muchos hombres. Puede entreverse de nuevo, durante este fin de semana, en el Teatre Lliure.

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