21 abr 2017

Guerra contra las cotorras por extranjeras, otra xenofobia

Algunas mentalidades tienden al fundamentalismo con permanente facilidad, incluso en materia de fauna y flora. Ahora le ha tocado a la pequeña cotorra, señalada por la espada flamígera del Comisionado de Ecología del Ayuntamiento de Barcelona. En el lenguaje funcionarial de hoy, dice a propósito de esas aves: “Debemos trabajar de forma preventiva y ética para que su presencia sea compatible con la biodiversidad urbana, la seguridad en la vía pública, evitando que especies invasoras prosperen en perjuicio de las autóctonas”. Es cierto que la llamada Myopsitta
monachus, cotorra argentina o de pecho gris es un animal procedente de América Latina que se ha aclimatado aquí, como tantas otras especies. Era un animal decorativo de jaula que se ha multiplicado en libertad. No me da la impresión de que amenace la biodiversidad urbana, la seguridad en la via pública ni las aves autóctonas que en otras épocas fueron seguramente inmigrantes.
Convengo que el parloteo por momentos estridente que define a las cotorras, de voz de pito, no tiene el prestigio del canto del ruiseñor, la alondra, el mirlo, el pinzón o el jilguero. Sin embargo de ahí a declarar la guerra a las cotorras y que los servicios municpales eliminen sus nidos en el momento de la puesta hay un trecho.
La administración calcula que actualmente viven en Barcelona unas 7.000 cotorras y 85.000 palomas. Pero las cotorras son consideradas extranjeras –aunque hayan nacido aquí— y las palomas no. 
Ocurre lo mismo con las especies vegetales. Cualquiera se sorprendería si conociese la lista negra de 118 plantas declaradas especies invasoras por el ministerio del Medio Ambiente, adoptada asimismo por la Generalitat. No solo figuran algunas reconocidamente nocivas por la facilidad de su expansión que estrangula a las demás de alrededor, como la uña de gato, sino también las mimosas, los agaves, el jacinto de agua que tapiza algunos estanques, la caña común, la caña de plumero o las chumberas. 
La administración no ha asimilado el principio básico de la integración social, aquel que establece que es catalán todo aquel que vive y trabaja en Catalunya. A la fauna y la flora eso todavía no se aplica. 
Algunas especies llegan de fuera, igual como llegaron los tomates, las patatas, el maíz o las cotorras. Eso no debería ser suficiente para etiquetarlas de irredimiblemente extranjeras, incompatibles con el ecosistema local. Se dice que somos una sociedad multicultural, acogedora y abierta, ¿no es cierto?





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