13 ago 2018

Vamos a estudiar la atmósfera del Sol para olvidarnos de la nuestra

El despliegue informativo y los atractivos gráficos explicativos a todo color que acompañan cada lanzamiento de un ingenio espacial se han repetido con la sonda Parker de la NASA, lanzada ayer para acercarse al Sol y estudiar las particularidades de nuestro astro central, igual que los anteriores casos en dirección a Marte, Júpiter o la Luna. La curiosidad sensacional que intentan despertar esos lanzamientos hacia la dimensión desconocida es inversamente proporcional a la que los mismos medios dedican a la cuestión atmosférica más cercana y preocupante de todas: los demostrados efectos nocivos para la salud
del nivel de contaminación en nuestras ciudades, estabilizada por encima de los umbrales legales.
Barcelona y otros sectores de Catalunya ha sido de los más afectados el mes de agosto por el aumento del ozono como contaminante atmosférico. Atribuirlo a la ola de calor sería demasiado cínico, la causa radica en les medidas insuficientes para reducir el dióxido de nitrógeno en la atmósfera, que influye en el aumento de ozono. Esas medidas se refieren primordialmente a la restricción del sacrosanto tránsito circulatorio mediante la limitación de la velocidad, el encarecimiento del estacionamiento en el centro y el abaratamiento del transporte público. 
Las autoridades tienen la obligación legal de tomar medidas cuando se superan los 180 microgramos de ozono por metro cuadrado y activar las alertas a la población por encima de los 240 microgramos. En agosto se han superado aquí los 200 microgramos registrados, pero se ha hablado más de la sonda Parker en dirección al Sol, como si esto último tuviera que parecer más atractivo que hablar de los perjuicios de la contaminación de cada día y su ilegalidad flagrante. 
La Generalitat activa de vez en cuando el protocolo contra la contaminación excesiva en períodos anticiclónicos sin viento, un protocolo más protocolario que nada. Barcelona lleva quince años superando los límites marcados por la Unión Europea en este terreno. La Generalitat sigue solicitando moratorias a Bruselas para aplicar la ley, mientras reconoce que el grado de contaminación atmosférica aumenta las admisiones en los hospitales. 
Las autoridades, perfectamente informadas sobre el diagnóstico y también sobre el tratamiento, dejan pasar el tiempo para no indisponerse con los hábitos circulatorios del electorado y la industria automovilística. Un trabajo encargado por los departamentos de Medio Ambiente y de Salud de la Generalitat al Centre de Recerca en Epidemiologia Ambiental (CREAL) estima que este tipo de contaminación causa 3.500 muertes evitables cada año en Barcelona. 
El respeto de la ley aumentaría la esperanza de vida de los barceloneses 14 meses de media, se evitarían 5.100 casos anuales de bronquitis crónicas en adultos, 31.100 bronquitis agudas en niños y 54.000 crisis asmáticas, sin hablar de otras incidencias cardiovasculares. Mientras tanto, la sonda Parker avanza hacia el Sol.

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