2 feb 2019

Los monasterios románicos representan cosas que no nos explican

Ayer fuimos a dar un garbeo con el amigo Josep Lloret alrededor de los dos espléndidos monasterios románicos vecinos de Sant Miquel y Sant Tomàs de Fluvià. Se encuentran separados por solo 5 km de distancia, en el llano de Figueres, con una libertad apartada y propia. Los recorrimos por fuera y por dentro, sin embargo a quienes los visitamos en la actualidad no nos explican la miseria del feudalismo que representan, la enorme desigualdad entre señores medievales o monjes (las dos redes de poder coordinadas) en comparación con la mano de obra que construía sus castillos y monasterios. También debería tenerse presente al admirarlos hoy. Los monumentos restaurados por el erario público deben reflejar la sociedad de la época, no solo la de los antiguos o actuales propietarios. La inversión que reciben es inversamente proporcional a la información para interpretarlos que se proporciona. El acta de consagración del monasterio benedictino de Sant Miquel de Fluvià data del año 1066. Cuatro siglos más adelante fue reformado y fortificado con las almenas que coronan sus muros y el magnífico campanario cuadrado de estilo lombardo. En 1835 los monjes se marcharon, en 1853 se
desamortizó (se puso a la venta y usó como instalaciones agrarias). Actualmente vuelve a ser iglesia parroquial, después de las restauraciones realizadas per la Diputación de Girona en 1988 y 2010.
En el municipio vecino de Torroella de Fluvià, el monasterio de Sant Tomàs de Fluvià vivió una trayectoria similar. En 1982, durante las obras de consolidación, se descubrieron pinturas murales románicas de gran interés, entre ellas un Cristo en majestad (un pantocrátor) en el ábside. Fueron trasladadas al Centro de Conservación y Restauración de Sant Cugat del Vallès y, tras restaurarlas y colocarlas en un soporte sintético, regresaron a Sant Tomàs. En 2014 se colocaron de nuevo las dos campanas del campanario. También es iglesia parroquia, aunque solo celebra misa solo los primeros domingos de mes.
El papel de punto de referencia sobre el mapa que jugaban los monasterios y castillos en la Edad Media hoy lo juegan los restaurantes en el mismo territorio. Comimos en Can Casadellà del minicipio de Serra de Daró un suquet de anguilas que aquellos constructores de espléndidos monumentos románicos no pudieron ni siquiera soñar. Por la tarde entró la tramontana y el Canigó nevado lució en el horizonte como el mejor pantocrátor de todos.

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