16 may 2020

El espejeo prodigioso de las hojas del olivo movidas por el viento

El mes de mayo la flor blanca de lo que serán aceitunas moradas y rollizas en noviembre llena los olivares de copos de nieve. Exactamente igual que la viña, el aceite es otra sangre caliente de la tierra. Un cultivo ha cohabitado a menudo con el otro a codazos, disputándose el mismo trozo de tierra según la cotización de cada época. En la obra de teatro Edipo en Colonos, que Sófocles escribió con el nombre de su villa natal tras acabar Edipo rey y Antígona, dijo: “Un árbol glorioso florece en nuestra tierra doria, en nuestra dulce, húmeda y plateada cuna: el olivo. Nacido de sí mismo, y sin miedo a los enemigos, su fuerza intemporal desafíaa los bergantes jóvenes o viejos, porque Zeus y Atenea le velan con ojos que nunca duermen”. Los olivos
compensan el defecto de no oler, de no exhalar la cálida aroma de resina de las pinedas, con otro fenómeno más fino todavía.Algunos días el rizo del viento gira caprichosamente sus hojas. El torbellino del aire remueve el anverso de un tono verde oscuro reluciente y el reverso gris plateado, en un espejeo prodigioso y arcaico.
El efecto resulta radiante, de una claridad soñada. En caso de tramontana franca, la agitación de las hojas puede entrar en un cierto frenetismo, pero si sopla marinada las mismas hojas adoptan un aspecto macilento, casi enfermizo. La gloria verde y plata del olivo se produce todo el año, se trata de un árbol de hoja perenne. Los troncos de madera petrificada presentan un aspecto yerto pero tenso de vida, extático y a la vez expectante. Los olivares silenciosos son campos de paz.
Exactamente igual que la viña, la plantación de olivo conoce hoy una recuperación. En febrero de 1956 el frío duró veinticuatro días seguidos entre la Candelaria y el 26 de aquel mes, con mínimas de catorce grados bajo cero en los momentos extremos. Helaba día y noche. La bonanza del mes de enero engañó a los olivos, habían sentido una premonición primaveral y empezaron a bombear la savia de las raíces a los brotes de las ramas. De golpe la temperatura cayó en picado y aquella savia ingenua y prematura se congeló en el interior de los troncos centenarios, hasta quebrarlos y matar al árbol.
Algunos viejos olivos tienen el don de resucitar. Rebrotaron, invictos, gracias a la vida conservada por las raíces más hondas en los terrenos enjutos del secano, acostumbrados a una austera supervivencia.

0 comentarios:

Publicar un comentario